Colombia cumple hoy cuatro meses de confinamiento obligatorio.
Cuatro meses de encierro, de dudas, de temores, de incertidumbre; cuatro meses haciéndonos preguntas, cuatro meses esperando respuestas que no llegan.
Cuatro meses de confinamiento y no mejoramos.
Las cifras de contagios y de muertos son peores cada día. Y desde ahora, tememos los resultados que nos darán mañana, porque sabemos que la situación es más grave de lo que dicen las cifras. Es un temor que tiene raíces muy hondas: si nunca nos han dicho la verdad, si siempre nos engañan, no la van a decir ahora, tratándose de contagios y muertos por negligencia del Estado, por necesidad de unos y por indisciplina de otros.
¿Negligencia del Estado? El país tuvo dos meses (enero y febrero) de período de prueba, mientras China contagiaba el vecindario y el rastro llegaba a Corea, Irán, Vietnam, Italia y España, donde se presentaban, allá sí por sorpresa, las primeras víctimas. Y después del 6 de marzo, tuvo 4 meses para preparar el sistema de salud, los equipos requeridos y el personal sanitario necesario para atender la emergencia. ¿Qué pasó, entonces? Un botón basta de muestra…
¿Por necesidad? Claro. ¿Quiénes están más expuestos? Los que nunca se plantearon el dilema entre salud y economía, porque para los informales (el 52 por ciento de la población económicamente activa) existe un dogma: si no sale a trabajar, no hay comida. Ante un plato vacío y una familia con hambre, no hay debate que valga. Quienes no tienen ni trabajo ni teletrabajo, están más expuestos. Ahí están las estadísticas.
¿Indisciplina? Sí, claro. Vivimos en un país autoritario, que prefiere castigar en vez de educar. Si en vez de policía, llegaran maestros; si en vez de comparendos, prohibiciones y cierres, hubiera campañas educativas, la gente reaccionaría distinto. Sabemos que la prohibición genera como respuesta inmediata la desobediencia y que el autoritarismo engendra rebeldía. Está documentado en los manuales de Historia y en las cartillas de Psicología. Pero es más fácil reprimir que educar.
Llevamos cuatro meses, en todo caso, y cada día es como si apenas estuviéramos comenzando la escalada del virus.
Son cuatro meses de una película de suspenso, cuyo final se aplaza cada día. Primero dijeron que el pico de contagios sería en mayo; después, que en junio, y así sucesivamente, ya hablan de agosto y otros que en septiembre. ¿Son fiables los funcionarios que lanzan estos pronósticos? ¿Así de movedizas son las bases teóricas de sus decisiones?
¿Qué hemos aprendido?
Que la letra con sangre no entra y que es mejor la educación que la represión.
¿Estamos mejor que hace cuatro meses?
No. Cada día es un nuevo principio y cada tarde, con el eco del boletín del Minsalud, vemos un fundido a negro en esta película eterna.
Jorge Alberto Velásquez B. – Medellín, 25 de julio de 2020