El drama de los nuevos 29 millones de pobres, en América Latina

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“Ollas comunitarias y trapos rojos en las ventanas”, son símbolos de la nueva pobreza en la región, puesta de rodillas por la crisis económica y la emergencia Covid-19
En los últimos cuatro años el número de personas subnutridas en América Latina ha aumentado en nueve millones, y se prevé un aumento sin precedentes para 2030, con lo que el número de nuevos pobres ascenderá a 29 millones. Estas son las cifras que ha dado a conocer Acción contra el Hambre, una organización humanitaria internacional a la vanguardia de la lucha contra el hambre, que advierte de cómo la crisis económica ligada a la emergencia del coronavirus afectará a la seguridad alimentaria de millones de personas en América Latina. La pandemia, según la organización, “ha provocado un aumento del número de niños con malnutrición aguda, ha paralizado las exportaciones y ha aumentado el número de trabajadores informales, que ahora constituyen el 70% de la fuerza de trabajo”. Esto es confirmado por Benedetta Letter, gerente geográfica de Acción contra el Hambre en América Latina.

La entrevista

R. – En América Latina, desde el año pasado, se ha producido un empeoramiento de la situación y la inseguridad alimentaria. De hecho, es la región del mundo, según el último informe de la ONU, que, de 2014 a 2019, ha tenido un mayor aumento del hambre, pasando del 23% a casi el 32%. ¿Qué pasó entonces con la pandemia? En América Latina, desde marzo, casi todos los gobiernos han tomado la decisión de bloqueo y las mismas medidas que tomamos en Italia, generalmente en Europa. La cuestión es que en América Latina el empleo informal está muy extendido, lo que significa que aunque los gobiernos han puesto en marcha medidas para proteger a los trabajadores, hay todo un sector de la población que ha quedado excluido de esta ayuda. Si la gente no puede salir de sus casas para vender en el mercado, para conducir taxis, etc., no tienen comida ese día, por lo que la situación es realmente muy preocupante, especialmente para aquellos sectores de la población que ya eran más vulnerables que otros.

Se ha cuantificado el número de personas que pronto podrían formar parte de los pobres de esa región, estamos hablando de 29 millones de ciudadanos, una cifra espantosa…

R. – Sí, eso es dramático. Francamente, los países de América Latina se han esforzado realmente en la última década por combatir la pobreza, por luchar contra el hambre, por mejorar toda una serie de indicadores de desarrollo. La situación de fragilidad sistemática que existía anteriormente, sumada a todos los efectos del confinamiento y la pandemia, ha llevado a la Comisión Económica para América Latina y el Caribe a calcular que habrá 29 millones de nuevos pobres, buena parte de los cuales se encontrarán en situación de extrema pobreza, es decir, personas que no pueden cubrir sus necesidades básicas.

Todo esto está relacionado con una situación dramática desde el punto de vista de la salud…

R. – La situación sanitaria es muy difícil, se han superado los 3 millones de contagios y los datos siguen empeorando cada día. En América Latina están cerrados desde marzo y siguen teniendo datos terribles. Hay países como Colombia donde se registran 5.000 casos positivos por día, y luego otros como Guatemala, donde la curva de contagio sube y baja porque hay una capacidad muy limitada para hacer las pruebas. Y así, a pesar de los esfuerzos, a pesar de las reglas para limitar los movimientos, hay que decir que un confinamiento tan duro como el que tuvimos aquí en Europa no es factible, por lo que todavía hay muchos contagios. Y no olvidemos la fragilidad del sistema de salud pública. Cuando hablamos de América Latina estamos hablando de realidades diferentes, pero una cosa que todos los países tienen en común es que en las zonas más alejadas de las grandes ciudades, en las zonas rurales, en las zonas indígenas, los servicios son muy escasos, los servicios de salud, pero también, por ejemplo, el servicio de abastecimiento de agua, etc. Hay una lucha en el frente de la salud que se está llevando a cabo, pero es muy complicado. Estamos distribuyendo materiales de protección personal a muchos centros de salud que de otra manera no tendrían ni siquiera mascarillas para trabajar.

Habéis indicado dos símbolos para definir la dramática situación de dos países de la zona: las ollas comunitarias en Perú y los trapos rojos en Colombia. ¿Qué nos dicen?

R. – Estamos hablando de Lima y Bogotá, dos ciudades como nuestras grandes ciudades italianas, y para nosotros fue muy fuerte tener que ir a distribuir alimentos a la gente que vive, por ejemplo, en Lima, donde las ollas y sartenes de la comunidad se han vuelto a poner en funcionamiento, lo que significa que la gente se organiza para buscar comida y apoyarse entre los vecinos, a nivel de barrio. Estos fueron los mecanismos que el Perú puso en marcha en los años 90, cuando hubo una tremenda crisis económica y una situación política muy compleja. En Colombia es lo mismo, había gente que no podía salir de la casa, pero que no tenía comida, así que empezaron a poner trapos rojos en la ventana o trapos blancos para pedir medicinas, y es muy chocante ver esto en grandes ciudades como Bogotá y Lima. Si en las zonas más aisladas, en las comunidades indígenas, vemos un sistema de salud que simplemente no puede hacer frente a la emergencia sanitaria, es en las grandes ciudades donde vemos el hambre

Francesca Sabatinelli – Ciudad del Vaticano
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