En los próximos días Colombia cumplirá cinco meses de utilizar las cuarentenas como principal fórmula para frenar la curva de contagio y decesos por la pandemia del Covid-19. Todos los análisis tanto del Gobierno nacional como de la Organización Mundial de la Salud y la Organización Panamericana de la Salud, coinciden en que la estrategia sanitaria ha dado resultados y prueba de ello es que los indicadores de tasa de morbilidad y de letalidad continúan siendo bajos. Si bien es cierto que el país ya suma casi 400 mil personas contagiadas y 13.154 muertes, es claro que si no se hubiera acudido al largo confinamiento esas cifras serían hoy sustancialmente más altas.
Sin embargo, resulta evidente que el escenario epidemiológico es muy distinto al que se tenía en marzo, abril y mayo, cuando la prioridad era disminuir lo más posible la cantidad de personas enfermas y en estado crítico, evitando así un colapso en un sistema de salud deficiente y con una muy limitada capacidad de Unidades de Cuidado Intensivo requeridas para atender a los pacientes que necesitan soporte respiratorio.
Sin embargo, a medida que se fue avanzando en este último aspecto clave y siendo obvio que la economía no podía mantenerse cerrada de forma indefinida, fue necesario ir flexibilizando semana tras semana las cuarentenas de orden nacional, permitiendo la entrada gradual de sectores como la construcción y la infraestructura. Luego se reactivaron otros, como el comercio y la industria fabril, y así sucesivamente en los últimos dos meses y medio.
De esta forma, si bien es cierto que el país pasó del Aislamiento Preventivo Obligatorio al Aislamiento Preventivo Inteligente, hoy ya son alrededor de cincuenta las actividades que están exceptuadas de las cuarentenas, en tanto que se evolucionó hacia un modelo en el que las restricciones a la movilidad ciudadana y el dinamismo productivo ya no se determinan a nivel nacional sino que cada gobernador y alcalde, de acuerdo a su particular situación epidemiológica, determina la flexibilidad o drasticidad de los confinamientos poblacionales.
Visto todo lo anterior, se podría decir que ad portas de cumplir los cinco meses de emergencia sanitaria el modelo de las cuarentenas estrictas y de amplio espectro ya se comienza a agotar. No solo hay una mayor cantidad de personas trabajando e interactuando en los espacios públicos, sino que el proceso de reactivación económica está muy avanzado. De hecho están en implementación múltiples pilotos para retomar una gran cantidad de actividades, obviamente bajo los más estrictos protocolos de bioseguridad, distanciamiento social y cautela sanitaria. Incluso en las próximas semanas se espera que sectores como los de transporte aéreo comercial y el público terrestre comiencen a recuperar de forma progresiva su normalidad. Igual, en muchas escuelas, colegios y universidades públicas y privadas se aspira reanudar la educación presencial mediante un sistema de alternancia que aún está por perfeccionarse…
Así las cosas, queda establecido que la estrategia para enfrentar la pandemia está cambiando y que la prioridad ahora no es encerrarse, sino que todos y cada uno de los colombianos profundicen las medidas de bioseguridad en sus actividades cotidianas. El uso correcto del tapabocas, el lavado de manos permanente, la utilización de geles antibacteriales, el distanciamiento social y el cumplimiento estricto de protocolos para disminuir el riesgo de contagio tienen que convertirse en patrones de comportamiento generalizados y permanentes. Todo un reto vital a la disciplina social que debe cumplirse desde el ámbito individual, familiar, comunitario, laboral y social. Si cada quien se cuida, no solo está salvaguardando su salud y vida sino también la de sus seres queridos y todos aquellos con los que interactúa a diario en los espacios privados y públicos. Es más, como lo han advertido los alcaldes de Bogotá y Barranquilla, dos de las ciudades más golpeadas por la pandemia, hoy el sitio de más riesgo de contagio no es el espacio público ni los sistemas masivos de transporte, sino los hogares por cuenta de las personas que salen a la calle, se contagian por no aplicar las medidas sanitarias y vuelven luego a sus residencias a infectar allí a todos.
Como se ve, si bien es cierto que el país está en Aislamiento preventivo hasta el 31 de agosto y es muy posible que en algunas ciudades y municipios se mantengan restricciones a la movilidad ciudadana mientras pasa en esas jurisdicciones la fase crítica del Covid-19, es evidente que volver a un modelo de cuarentena estricta y cerrada no se ve muy probable. Todo lo contrario, el país va rumbo a un esquema general y amplio en el que la tarea es convivir con el virus aplicando todos los protocolos de bioseguridad tanto en los espacios públicos como privados. No hay que confiarse por los avances en el desarrollo de vacunas ni caer en procederes riesgosos por el simple prurito de hacerlo. Hoy, más que nunca, es el turno de la responsabilidad individual y social, ya sea en la casa o fuera de ella.