¿Se puede salvar la democracia liberal capitalista?

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Lo primero es señalar que hay una crisis. Reconocerla o al menos, reconocer que hay muchas personas (académicos, políticos, líderes sociales y económicos) que señalan que el entramado institucional de Occidente, esto es, la democracia liberal capitalista, muestra señales de profundos problemas en las últimas décadas. En el libro “Democracia y libertad: una conversación contemporánea” el profesor Jorge Giraldo reconstruye esta sumatoria de alarmas y perfila las preocupaciones respecto a que nos encontremos en un momento de agotamiento de la democracia, expresado en agotamiento y desconfianza en su pluralismo, el liberalismo, asediado por el populismo y las tentaciones de la supuesta efectividad autocrática, y el capitalismo, deformado en sus excesos financieros y resentido por su incapacidad para distribuir de forma equitativa sus réditos.

El libro “Democracia y Libertad: una conversación contemporánea” de Jorge Giraldo.

El libro no solo incluye textos de Giraldo, sino que reproduce un ensayo publicado en la revista The Economist por sus 175 años que revisa y señala los retos presentes para el liberalismo contemporáneo. La revista británica es depositaria de una tradición liberal que se remonta al motivo de su fundación: la oposición al establecimiento de aranceles a la importación de grano que afectaba el precio de los alimentos en su país, buscando beneficiar a los terratenientes locales. El espejo de la historia supone que las razones del liberalismo son muy diferentes a ese hecho y sin embargo, suficientemente parecidas en la actualidad.

Pero el escrito más interesante de todo el libro es la misma introducción que realiza Giraldo y en la que plantea, entre otras cosas, “cuatro insinuaciones” para un proyecto político decente en estos tiempos de crisis, sobre todo, en clave de contener a los retadores del orden liberal democrático y en el espíritu de repensar las conversaciones, agendas y movimientos políticos que asumen su defensa, en particular, en Colombia. La primera insinuación se refiere a la ruptura (sin aspavientos o matices) con la violencia como medio político. Esto supone no solo la distancia, sino la denuncia explícita y sistemática de cualquier forma de interacción que afecte la concordia en la comunidad política. La segunda es el compromiso, en ocasiones costoso, con el pluralismo. Es decir, los esfuerzos de diálogo y negociación que privilegie los acuerdos, compromisos y equilibrios difíciles como forma de la política, y la resistencia cualquier tipo de imposiciones. La tercera es la moderación, como respuesta a la tentación de los extremos, pero también como fórmula operativa del pluralismo. Moderación para las decisiones, duda propia en los líderes, sus trabajos y ambiciones, y un compromiso por la cultura del ensayo y error como oportunidad de las acciones públicas. Y la cuarta, la comunidad política decente, entendida como la preocupación de las decisiones públicas y los acuerdos colectivos por no hacer daño. Por no aceptar daños parciales o falta de daño para muchos, pero no todos. Una comunidad que asume su compromiso sustancial por no dañar.

Estas cuatro insinuaciones tienen implicaciones filosóficas, sobre el reimpulso del liberalismo democrático de mercado, pero también, supone reconocer su influencia sobre asuntos prácticos. Esto es, introduce la relevancia de un liberalismo incómodo, activo, que se aleje de los cómodos escenarios de poder y élite, señale las políticas necesarias y los ajustes fundamentales para responder a preocupaciones de las personas y las frustraciones sociales que dan combustible a sus competidores. También nos obliga a asumir activamente al defensa de sus principios, de las ideas que damos por sentado y de los sistemas que parecen inamovibles.

Reconocer la crisis, asumir la responsabilidad, aventurar soluciones.

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