Oñate se fue en una “Noche de luceros”

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“Bajo el silencio de una noche veraniega” y “serenamente sin quejarme de esta pena”, tal cual lo dice una de sus exitosas composiciones, “Noche de luceros”, se apagó la voz terrenal del juglar vallenato Jorge Oñate González, a los 71 años.

Pese a que después de una intensa lucha de tres semanas logró vencer el covid-19, el proceso infeccioso que el virus desencadena agravó la pancreatitis que padecía desde hace tiempo y finalmente acabó con la vida del insigne cantautor vallenato, a quien desde ayer, entre notas de acordeón, caja y guacharaca, se le empezó a rendir tributo. Un sentido adiós a “El Jilguero de América” y “ElRuiseñor del Cesar”.

Su carrera artística de más de medio siglo estuvo matizada por decenas de éxitos musicales y reconocimientos. Por ejemplo, su palmarés resalta que fue el único cantante que obtuvo dos galardones de Rey del Festival Vallenato, 18 Congo de oro, cinco de platino, un Grammy Latino a la Excelencia Musical y, junto a Diomedes Díaz, uno de los mejores vendedores de este género musical. Así logró 25 discos de oro, 7 de platino y seis doble platino.

Pero más allá de las decenas de canciones que grabó, la mayoría de su autoría y otras que hizo ‘inmortales’ con su voz, como ‘Alicia adorada’ del icónico compositor Alejandro Durán, el artista nacido en el municipio de La Paz (César), tiene a su haber partido la historia del vallenato en dos cuando, a comienzos de la década de los 70, con el conjunto Los Hermanos López, se empezó a dar mayor protagonista al cantante, claro sin restar importancia a los instrumentos insignes del género como el acordeón, el que Oñate amaba pero nunca interpretó.

Su primer álbum fue Lo Último en Vallenatos” con las canciones Berta Caldera, Recuerdos, Diciembre Alegre, Vámonos Compañera, Secreto Raro, Gallo Viejo, Mis Viejos, Siniestro de Ovejas, La Paz, Me Quisiste y Me Olvidaste, Ligia y Mi Morenita.

Posteriormente formó pareja con uno de los más jóvenes y mejores acordeoneros del país por entonces, Christian Camilo Peña, con sólo 21 años y una corona de rey en el Festival de la Leyenda Vallenata. Grabó con él cuatro discos: “Seguiré Triunfando (2004)”, “Vivo Cantando (2005)”, “Mi Mejor Regalo (2006)” y “Te dedico mis triunfos (2009)”. Precisamente en ese último tuvo uno más de sus éxitos con “La Aplanadora”.

Tres años más tarde grabó el álbum El chacho de la película”,con el acordeonero Fernando Rangel Molina, destacándose el tema que dio nombre al álbum. En 2016 lanzó el álbum “Patrimonio Cultural”, reencontrándose en el acordeón con Alvarito López después de 20 años.

Giro radical

Fue meses después que se convirtió al cristianismo, recibió su respectivo bautizo y decidió darles un giro radical a sus temas, movido por, como él lo expresó, el llamado de su “sanador”.

“Mi trabajo estará dedicado a mi gran sanador. Estoy preparando un álbum que tendrá 10 canciones, de las cuales ya hemos avanzado en seis. Me acompañaré de acordeoneros que también están dedicando su vida a Dios como Chiche Maestre, Jesualdo Bolañito, Carlos José Mendoza y Wilber Mendoza”, expresó en entrevista al diario barranquillero El Heraldo, en 2018, una vez abandonó la clínica tras ser sometido a una cirugía.

También aseguró que “Dios me está llamando hace rato, quiere que yo le cante y debo obedecerlo, así lo he interpretado y por eso dedicaré mis días a cantarle a él”. Al final de cuentas, se cumplió el vaticinio ayer en la madrugada en la clínica Pablo Tobón Uribe, de Medellín.

Pendientes

Como se dijo, el covid-19, el duro efecto del virus y los quebrantos de salud que le aquejaban desde hace tiempo, le impidieron a Oñate cumplir con ese sueño musical aunque, de seguro, con el material que había adelantado es posible que su familia y amigos buscarán la grabación de dichos temas.

Pero esta no fue la única obra inconclusa del maestro Oñate, ya que también quería inaugurar su Casa Museo en su natal La Paz, un proyecto del que hace meses se encargó su segunda esposa, Nancy Zuleta. El compositor quería no sólo colocar allí todos sus trofeos, sino generar un espacio de divulgación de la cultura vallenata y, a la par, promocionar el turismo hacia dicho municipio del Cesar, ese que lo vio nacer el 31 de marzo de 1949.

También le quedó en el tintero al juglar vallenato una gira nacional que se titulaba “La Despedida” y que había proyectado hace más de un año con su representante.

Una de las facetas desconocidas del maestro Oñate fue su contribución al fútbol, su otra gran pasión. Formó un equipo-escuela “Juventud Pacífica”, con el que se dedicó a descubrir talentos jóvenes y, gracias a su reconocimiento musical, logró que algunos de ellos debutaran en el Junior de Barranquilla. Tal es el caso de Jesús “Kiko” Barrios, Amín Bolívar y Carlos Araújo.

En otra época de su vida, mucho más joven, Oñate tuvo un breve paso por la política cuando fungió como concejal de su natal La Paz en 1988 y posteriormente representante a la Cámara por el Cesar, en fórmula con Alfredo Cuello Dávila. Pero después retomó su carrera artística. “Lo mío definitivamente es la música, no la política”, indicó en su momento.

Jorge Oñate durante su vida musical se acompañó de los mejores acordeoneros del momento, como Nicolás ‘Colacho’ Mendoza, Juancho Rois, Raúl ‘El Chiche’ Martínez, Álvaro López, Julián Rojas, Christian Camilo Peña y Fernando Rangel. Los dos últimos se coronaron en el Festival mientras hacían parte de su conjunto musical.

Reacciones

El fallecimiento de Oñate generó un alud de reacciones de todos los sectores de la sociedad. Desde sus hijos y artistas hasta dirigentes políticos. Todos coincidieron en exaltar su aporte al folclor y sus letras tan sentidas que eran poemas. También le reconocieron haber ayudado a consolidar el gusto por el vallenato en el mundo.

“Lamento profundamente la muerte del maestro Jorge Oñate. Hombre de la música, del folclor, de la cultura vallenata y encarnación de los juglares clásicos de nuestras letras. Gracias Maestro por darle tanta alegría a Colombia. Solidaridad con sus familiares y amigos”, trinó el presidente Iván Duque, mientras que el expresidente Álvaro Uribe, por esa misma vía, manifestó: “Se suman los dolores del alma con el fallecimiento del noble amigo Maestro Jorge Oñate”.

La Fundación del Festival de la Leyenda Vallenata se quedó con el homenaje preparado que debía rendírsele en la edición 2020, que se aplazó por la pandemia y cuyo testigo silencioso es un gigantesco cartel que permanece en la tarima del parque Francisco El Hombre, en Valledupar.

Ayer la Fundación lamentó “la partida de nuestro baluarte del folclor vallenato, Jorge Oñate González, ‘el Jilguero de América’, con quien quedaremos infinitamente agradecidos, por toda la gloria que le dio en vida a nuestro padre, Rafael Escalona, a través de sus canciones; y el tributo que le rindió a su memoria tras su partida… Jilguero, vuela alto hacia la inmortalidad”.

En el aplazado evento también iba a ser homenajeado otro insigne cesarense, el compositor Rosendo Romero, conocido como “El poeta de Villanueva”.

Uno de los hijos de Oñate, Jorge Antonio, expresó ayer en pocas palabras todo el sentimiento y reconocimiento hacia el Maestro, al trinar “Gracias Padre. Gracias Dios”.

Jorge Luis es, junto con Jorge Daniel, Delfina Inés y Rodrigo (fallecido), hijo de su segundo matrimonio con Nancy Zuleta.

Sus otros hijos reconocidos son Juan Pablo (fallecido en 1999), de su primera unión con Nubia Palencia y Jorge Antonio, fruto de una relación extramarital.

El cuerpo sin vida del “Jilguero de América” fue trasladado ayer a Valledupar, tras fallecer en Medellín. Estaba siendo velado en la Fundación Rafael Calixto Escalona Martínez para rendirle tributo antes de su sepelio.

Como se ve, el vallenato está de luto. Se fue otro de sus grandes cantautores pero deja un legado tan extenso como excelso. “El Ruiseñor del César” partió a otra dimensión pero logró hacerlo como lo visualizó en una de sus composiciones: “Quiero morirme como mueren los inviernos, bajo el silencio de una noche veraniega… Quiero el sepulcro de una noche sin lucero, luego resucitar para una luna parrandera”.

Redacción Cultura – El Siglo – Cortesía El Pilón

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