“Ni las vacunas han sido suficientes”

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Una ocupación del 82 por ciento en las UCI del departamento de Antioquia, es el pregón de un tercer pico de la pandemia del Coronavirus, que se agravará sin lugar a dudas por la temporada de Semana Santa, donde muchos olvidarán que el virus está ahí y que cada vez es más agresivo. Es aterrador presenciar la irresponsabilidad ciudadana que aglomerada, sin tomar las precauciones de distanciamiento, uso de tapabocas y desinfección, retan el destino, quizá porque sus vidas no han estado a punto de extinguirse, como si nos ha sucedido a muchos otros.

Es muy lamentable que luego de hacerse un esfuerzo descomunal para iniciar la vacunación masiva en todos los países del mundo, los más desarrollados hayan vuelto a los drásticos confinamientos para tratar de frenar la propagación del virus, que ahora presenta cepas más resistentes a los tratamientos que se vienen adoptando por parte de la comunidad médica internacional. Falta mucho camino por recorrer. Que Europa esté cerrando sus más importantes ciudades, a pesar de lo que han avanzado incluso en la segunda dosis de la vacuna, significa que el reto para los países en vía de desarrollo, incluyendo el nuestro, es monumental.

Colombia debe aumentar su capacidad de vacunación que en las últimas semanas ha bajado a solo 30 mil personas por día, alcanzando un poco más de un millón 300 mil personas en todo el país. Chile, que es pionera en esta materia en Latinoamérica, a pesar de sus avances, ha tenido que decretar ya drásticas medidas de confinamiento porque a pesar de los esfuerzos, el virus ha disparado los contagios. No nos podemos dormir en la confianza que pueda dar la vacuna y descuidar la autoprotección, hoy más que nunca necesaria, para librarnos de ese vendaval que se ha llevado a su paso vidas, ilusiones y la tranquilidad de todos.

A las UCI de hospitales y clínicas de Medellín han ingresado en la última semana 100 personas más, que hoy libran una batalla por su vida, y sin embargo quienes tienen la fortuna de que el virus no los haya contaminado, se pasean por las zonas de rumba sin tapabocas, abrazados y compartiendo hasta el mismo pico de botella del licor que consumen colectivamente. En los perfiles de sus redes sociales, muchos irresponsables montan fotos y videos, mostrando cómo desafían la vida al son de la estridencia de la música y las luces de una pista de baile. Pareciera que estuvieran en una danza de la muerte.

El culto en la Semana Mayor estará restringido al máximo; falta ver si el inculto que muchos llevan a cuestas, es capaz de reaccionar y proteger su vida y la de quienes los rodean. Cuántas personas que han fallecido o que se han debatido entre la vida y la muerte conectadas a respiradores mecánicos, con traqueostomías y todo tipo de tratamientos de emergencia, se contaminaron por su proximidad a un asintomático de Covid, o a otro que confundió su contagio con una simple gripa. El riesgo es máximo y las precauciones deben ser extremas.

La vida es el bien supremo de cada ser humano. Cuidarla no puede tener límites a pesar de que las prioridades cotidianas nos quieran señalar otras opciones como si fueran más importantes. “El valor de la vida está en entender que tu familia no tiene precio, que tu salud es la verdadera riqueza y que tu tiempo vale oro.”

Toda medida que haya que tomar para proteger más vidas, por drástica que parezca, es necesario y urgente adoptarla. La vida es el único regalo que se nos da una sola vez. Dolorosamente estamos comprobando que pese a los avances de la ciencia, a las vacunas que están llegando continuamente y a los esfuerzos de las autoridades para priorizar su aplicación, no es suficiente. La velocidad para contrarrestar los embates de una pandemia que nos quieren hacer creer que surgió de la nada, nos ha demostrado hasta la saciedad lo frágiles que somos. “La vida no es un problema para ser resuelto, es un misterio para ser vivido.”

Por: Libardo Álvarez Lopera
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