ANTIOQUIA: UN LIDERAZGO EN CRISIS

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Por: Orlando Arenas Tamayo

Una aguda “pandemia moral” vive la sociedad antioqueña en los últimos años, cuando los actos tardíos de la justicia, comienzan a salpicar a los grandes “relumbrones” que aparecieron en nuestro cielo desde hace unos veinte años, aspirando y ocupando las grandes posiciones de poder político y social, proyectándose al estrellato nacional y figurando entre las mejores opciones para dirigir los destinos del país hasta que fueron apareciendo los puntos negros que deterioran sus imágenes, las sindicaciones por los actos de la gestión que hoy los tienen al borde del abismo físico y moral por las impudicias cometidas, rechazadas  por la sociedad antioqueña, que tuvo que  acudir a otras opciones como la de Daniel Quintero, quien logró contrastar sus propuestas frente a los calamitosos resultados y la corrupción de quienes tuvieron la confianza pública y nos condujeron de escándalo en escándalo hasta la debacle final.

Aníbal Gaviria Correa es la última versión de hombres sin dignidad que fueron cuestionados  por las gentes de Medellín, desde que obtuvo la alcaldía, con el proyecto de Parques del Río, no solo por su costo escandaloso, sino por las catástrofes ecológicas que se cometieron, como la tala inmisericorde del bosque del barrio Conquistadores y la desaparición de sus especies animales, masacres más violentas que la de la Chinita a decir de un gran educador antioqueño y todo para enterrar una vía en un trayecto de quinientos metros, y endeudar de paso, a Medellín; por el desastre del llamado Plan Parcial del Naranjal, por un lado, y además, por las irregularidades en la contratación pública del departamento en obras como la Troncal de la Paz; por las denuncias en el manejo de EPM, por las cuales  la Contraloría de Medellín, le inició una investigación por detrimento patrimonial mayor de doscientos mil millones de pesos en los sobrecostos en la construcción de la Central Hidroeléctrica de Bonyic en Panamá, denuncias en las cuales aparecen involucrados Juan Esteban Calle, gerente de EPM y la junta directiva de entonces. Pese a todos estos despropósitos, la clase dirigente se deshace en solidaridades que solamente describen su clima moral y podría identificar algunas corresponsabilidades.

Sergio Fajardo Valderrama, ex alcalde y exgobernador, es otro caso de relumbrón y otra carta    quemada de Antioquia, con numerosas acusaciones desde hace años, que ha logrado  tantas veces el archivo de los procesos a base de influencias de los empresarios, hasta que la Fiscalía logró enfocarse en sus irregularidades que hoy lo tienen pendiendo de un hilo y ya muy desgastado como opción presidencial, por las investigaciones relacionadas con múltiples irregularidades durante su gestión como alcalde y gobernador, en materia de contratación abusando de la declaración de urgencia manifiesta para adjudicar a dedo indefinidamente, por el debate suscitado con la compra de Orbitel, por la concesión de licencias mineras a subalternos suyos y en operaciones en el exterior ordenadas a EPM, ruinosas para la empresa y las ya conocidas irregularidades en la construcción y manejo de Hidroituango.

El triunfo de Daniel Quintero tiene explicación, no solo en la división y la traición internas del Centro Democrático que le ha hecho perder la alcaldía y la gobernación en varias oportunidades, ni en la precocidad política de un joven que insurge en contra de lo establecido, y que promete, que las irregularidades de la clase dirigente antioqueña en EPM, a raíz de la catástrofe ambiental de la hidroeléctrica, las van a pagar los responsables y no los hogares por la  vía de las tarifas (algo que nos está debiendo el alcalde), sino también en el descrédito de esta clase dirigente y empresarial que viene erosionando la credibilidad de la derecha y abriendo una tronera para el triunfo de la extrema izquierda, no por sus virtudes y propuestas, sino montados sobre los pésimos resultados de la gestión de los últimos años.

Un gran artículo de mi amigo el periodista Alberto Escobar Pérez destaca la penosa condición política y moral de Aníbal Gaviria Correa: política, porque tiene la soga al cuello, y solo las grandes maniobras de sus abogados en una legislación penal garantista como la nuestra, harán dilatar su proceso hasta que pueda dejar definitivamente al actual encargado del despacho, y moral, porque el señor no renuncia, aferrándose al cargo como un náufrago a una tabla y confunde esta actitud desvergonzada con la dignidad.

Es la crisis de valores y principios de la clase dirigente antioqueña.

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