RADIOGRAFÍA DEL ABANDONO ANIMAL

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Cada año, miles de animales son abandonados a su suerte. Y aunque no existen cifras exactas que alcancen a reflejar la magnitud del problema, protectoras y organizaciones denuncian una situación que no mejora con suficiente celeridad.

Por: Jara Atienza@jaraatz – ethic

Al sur de Carabanchel, justo antes de llegar a la frontera con la que la M-40 separa el distrito madrileño de la localidad de Leganés, se encuentra el Centro de Protección Animal de Madrid Salud (CPA). Pabellones, edificios y terrenos arenosos se esparcen por una superficie de más de 4.500 m². Nos encontramos en la mayor protectora de la Comunidad de Madrid, aunque depende exclusivamente del Ayuntamiento. Aquí llegan todos aquellos animales extraviados, abandonados o vagabundos recogidos en la capital. Muchos lo hacen para quedarse.

En la puerta, un trabajador carga en brazos a un pequeño perro de agua marrón con ojos azules. «Tiene toda la pinta de haberse perdido; volverá a casa en cuanto localicen al dueño», advierte Sofía Ochoa, veterinaria adjunta del centro. «Y si lo han abandonado, en tres días lo habrán adoptado», añade. Sin embargo, la gran mayoría no tiene tanta suerte: cerca del 80% de los perros que se encuentran en las instalaciones son de razas tipificadas como potencialmente peligrosas y sus cruces. «Esta clasificación hace que casi no tengan adopciones», señala la experta.

Un paseo por los chelines donde se alojan los animales basta para comprobarlo. Cruces de rottweilerdogo y american stanford salen a nuestro encuentro. «Este tipo de perros tan estigmatizados son los que más abandonan en zonas urbanas y son los que suelen quedarse aquí permanentemente», explica la veterinaria. Esta realidad es la que ha llevado al Gobierno a poner sobre la mesa un anteproyecto de ley de bienestar animal que propone, entre otras cosas, acabar con la clasificación y valorar la peligrosidad del animal de manera individual. Cuando le preguntamos a Ochoa por la nueva normativa se encoge de hombros. La propuesta todavía es eso: una propuesta.

Actualmente, el centro tiene un porcentaje de ocupación de perros de cerca del 72% y un 97% de gatos, unas cifras considerables (teniendo en cuenta que de media hay cerca de 200 plazas para perros y cien para gatos), pero inferiores a las de años anteriores. «Hace ya tiempo que el número de ingresos de animales cae en picado», sugiere la experta. «Ahora bien, 2020 fue atípico en todos los sentidos y no podemos compararlo a nada», se apresura a recordar Ochoa mientras acaricia la barriga de un pitbull terrier que se asoma entre los barrotes.

En un repaso rápido sobre el año marcado por el inicio de la crisis sanitaria, Ochoa indica que durante los meses de confinamiento más estricto, en los cuales el centro siguió con su actividad como servicio esencial, descendió radicalmente el número de avisos de recogida de animales. «Lo más reseñable es que tuvimos que ingresar a cinco animales de personas que necesitaban ir al hospital y que no tenían a ningún familiar cercano que se hiciera cargo, pero los animales se quedaban solo unos pocos días», señala.

En 2020 llegaron a las protectoras españolas 286.000 animales, un 6% menos que en 2019

Cuando en junio se relajaron las restricciones de movilidad, aumentó ligeramente el número de animales que llegaban al centro, pero, en líneas generales, la cifra anual siguió la tendencia a la baja. Concretamente, entraron 780 perros y 1.716 gatos en 2020, mientras que en 2019 lo hicieron 953 perros y 2.492 gatos. «En la pandemia, dentro de lo excepcional, nosotros solo hemos constatado que cada vez hay menos», subraya la veterinaria.

Los datos recopilados por el Centro de Protección Animal del Ayuntamiento de Madrid parecen coincidir con el último Estudio de abandono y adopción publicado por la Fundación Affinity, que recoge que en 2020 llegaron a las protectoras españolas 286.000 animales (162.000 perros y 124.000 gatos), un 6% menos que en 2019. Además, tampoco se distinguen subidas intermensuales relevantes entre los dos años. Y eso no es todo: solo un 3% de las protectoras dijo percibir más abandonos que en 2019, mientras que el grueso de los centros de acogida (el 57%) no notó ninguna alteración. ¿Significa eso que no hubo más abandonos durante la pandemia?

Lo cierto es que el informe no hace referencia al número exacto de animales abandonados, sino al total de los que entran en las protectoras, ya sean abandonados, perdidos, nacidos en la calle o cedidos. No obstante, a falta de cifras oficiales, las conclusiones de la Fundación  Affinity –las únicas disponibles, ya que la Dirección General de Derechos de los Animales, un organismo dependiente del Ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030 señala al informe como fuente– son lo más cercano a una realidad que podría ser mucho más preocupante.

«Nunca vamos a saber con exactitud la cifra de animales abandonados pero, como mínimo, es el doble de la que indica el estudio, porque no se cuentan aquellos atropellados o rescatados por particulares», explica Eva Fornieles, coordinadora del área de animales domésticos de la Fundación para el Asesoramiento y Acción en Defensa de los Animales (FAADA). La entidad, que ofrece soporte económico a las protectoras y promueve el respeto por los animales en distintos ámbitos, también realizó su propia encuesta nacional sobre el impacto de la pandemia en los refugios y constató que, a excepción de una zona concreta, no hubo un aumento significativo del abandono. Así, esa supuesta oleada de abandonos que se dio tras el confinamiento parece no reflejarse en los datos oficiales disponibles ni en las fuentes consultadas para este reportaje, que confiesan conocer la existencia de un informe que se difundió tras la pandemia y en el que no participaron.

«Lo que sí han detectado muchas protectoras es un incremento de las peticiones por parte de particulares que solicitan directamente o a través de los servicios sociales a los centros de acogida que se hagan cargo de los animales porque ya no pueden asumirlo económicamente», señala Fornieles. Y añade: «Es un fenómeno que va en aumento».

Esto nos remite a los motivos que llevan a alguien a abandonar a un animal. Según el estudio de la Fundación Affinity, este ha variado en los últimos años, y si antes la razón principal era la incapacidad de responsabilizarse de camadas no deseadas, ahora lo son las dificultades económicas. Le siguen los problemas de comportamiento del animal y el fin del periodo de caza.

 Las dificultades económicas se han convertido en el primer motivo de abandono animal

Sobre esto último ha oído hablar (y mucho) Lorena Alonso, que hace cuatro años fundó junto con una compañera Galgos de León, una asociación sin ánimo de lucro que se dedica a la acogida y adopción de galgos, uno de los tipos de perros que más se emplean para las cacerías. «La protectora de la provincia se encarga de los animales abandonados, pero no de los perros cedidos, así que nosotras decidimos encargarnos de aquellos que los galgueros y los cazadores ya no quieren», explica Alonso.

Solo este año han rescatado 165 perros, que han pasado por casas de acogida o por el albergue con el que colaboran. De ellos, solo veinte fueron abandonados, mientras que el resto han sido cedidos por galgueros. Las razones que ofrecen aquellos que llaman son muy variadas: «Hay quien nos dice que come demasiado, que es muy cariñoso, que no corre bien o que, como han tenido nuevas camadas, prefieren quedarse con los más jóvenes». Afortunadamente, 130 de los animales recogidos este año ya han sido adoptados y 25 están en casas de acogida. O, mejor dicho, en pisos de acogida. Alonso explica la importancia del matiz: «Una de los mayores estigmas que acechan a los galgos y que impide a veces su adopción es que la gente cree que como son muy atléticos y veloces necesitan mucho ejercicio y vivir en una casa con jardín, pero los galgos son, por naturaleza, muy vagos; se pasan todo el día en el sofá».

Los estigmas son precisamente unos de los principales adversarios de la adopción. Basta recordar la cantidad de perros que alberga el Centro de Protección de Animales de Madrid Salud. Sin embargo, cada vez son más las familias españolas que deciden adoptar un animal: en 2020, casi el 50% de los perros y cerca del 43% de los gatos recogidos en los centros fueron adoptados. Una inercia positiva que para las protectoras parece no tener la fuerza suficiente.

«La clave tanto para reducir el número de abandonos como para aumentar el de adopciones está en informarse y concienciarse de lo que conlleva adoptar un animal», señala Sofía Ochoa. Coincide con ella la experta de FAADA, que señala también a las administraciones: «Hace falta una ley estatal para una protección homogénea de los animales, ya que actualmente cada Comunidad Autónoma tiene las competencias transferidas».

Ese es el objetivo que persigue el anteproyecto de ley de bienestar animal, que principalmente contempla prohibir el sacrificio animal (hoy en día la decisión depende de los Gobiernos autonómicos), acabar con la venta descontrolada de animales en tienda, promover la esterilización para evitar las crías accidentales y crear un registro estatal de personas con antecedentes de maltrato y que han sido inhabilitadas para tener animales. «Son medidas muy valientes, aunque nos gustaría que fuesen más allá», señala Fornieles.

¿Qué pasa con el resto de animales?

El objetivo de la ley, recoge el documento, «es garantizar los derechos y la defensa de los animales que viven en el entorno urbano». Así que incluye a perros y gatos, pero también a otros animales domésticos o silvestres, también víctimas del abandono.

«Aquí han llegado hurones, agapornis, cobayas, un cerdo vietnamita y luego unas cuantas gallinas, alguna oveja que se pierde y ahora tenemos una cabra», enumera Ochoa, que explica que este tipo de animales suelen llegar con el pack completo«A los conejos domésticos, por ejemplo, muchas veces los dejan encima del contenedor metidos en la jaula». Desde el centro intentan buscarle salida a todos ellos, ya sea poniéndolos en adopción en el caso de los domésticos, o rescatándolos, recuperándolos y reinsertándolos a través de otros organismos, como el Centro de Recuperación de Animales Silvestres (CRAS) o el Grupo de Rehabilitación de Fauna Autóctona y su Hábitat (GREFA), en el caso de los animales salvajes, silvestres y exóticos.

Los animales de granja también tienen sus propios refugios. Uno de ellos es el Santuario Gaia de Camprodón (Girona), una finca de 40 hectáreas ubicada en el Pirineo catalán donde desde hace nueve años se han rescatado más de 1.600 animales de granja malheridos, maltratados, abandonados o explotados.

«Hay personas que contactan con nosotros porque se han encontrado un cordero recién nacido en medio del campo, un burro malherido o un cerdo que ha sido descartado en las proximidades de un matadero», explica el veterinario Coque Fernández, fundador junto a su compañero, Ismael López, del Santuario. «A veces son autoridades como el Seprona las que, después de rescatar animales que han sufrido maltrato, nos los traen», continúa. La fundación se sufraga con las donaciones de cerca de 2.000 socios que aportan su grano de arena para cuidar de los más de 500 animales que hoy residen en el refugio, y que se componen de vacas, caballos, burros, cerdos, ovejas, gallinas y «todo aquel animal que lo necesite», señala Fernández. Y concluye: «La diferencia con una protectora es que los animales que entran aquí no se adoptan, sino que este es su hogar para siempre y nosotros cuidamos de ellos toda su vida».

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