DESAFÍOS DE LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL

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Permitir que avance por sí sola la inteligencia artificial cuando ya conocemos su potencial para hacer ensayos, monografías, trabajos finales de curso y hasta tesis de grado sería un error funesto.

Por: Jesús Ferro Bayona
Con ayuda de un conocedor del uso de herramientas tecnológicas conversé con el ChatGpt, el sistema de lenguaje de inteligencia artificial que está de moda entre millones de usuarios. Le pedí que escribiera un relato con base en unos cuantos elementos que le di. A la vuelta de unos segundos me entregó un cuento que me sorprendió más por lo instantáneo de su composición que por la originalidad creativa de una página escrita por Leonardo Padura cuyo novela “Como polvo en el viento” estoy terminando de leer, tras tener atrapada mi atención jubilosa por unos días.

Quizás le pedí mucho al Chat. Tal vez no está preparado para crear un relato con exigencias literarias. Le perdoné su frialdad y formalismo parecidos a lo que solemos llamar “un ladrillo” cuando leemos un texto tedioso. Seguramente hay que esperar más tiempo, meses o pocos años, hasta cuando haya evolucionado haciendo su proceso de mejoramiento del ingenio y el lenguaje como nos sucede a los humanos que tenemos que pasar por varias etapas de la experiencia subjetiva para alcanzar la capacidad de crear un buen relato, una encantadora novela. El hecho es que ChatGpt llegó para quedarse y está produciendo cambios en la educación. Un profesor de una universidad española les dijo la semana pasada a sus alumnos que era obligatorio usar ChatGpt en la materia que él les enseña. Y añadió que las posibilidades de hacer con ChatGpt redacciones de texto de una forma natural y de responder a preguntas con solvencia intelectual está a la vuelta de la esquina, -idea difícil de tragar, confieso-. Remató su lección diciendo que no quiere que sus estudiantes se queden como “analfabetos funcionales” sin saber utilizar la inteligencia artificial. Lo que hizo el profesor ya es historia; miles de docentes están incorporando en sus materias el uso de la inteligencia artificial.

Sigo pensando que no estamos ante una revolución educativa, pero sí se trata de una evolución de la tecnología que no se puede desconocer ni dejar de aplicar en la educación. Permitir que avance por sí sola la inteligencia artificial cuando ya conocemos su potencial para hacer ensayos, monografías, trabajos finales de curso y hasta tesis de grado sería un error funesto. Más vale empezar a entender su lógica, su capacidad de elaborar y de crear, para saber valerse de su potencialidad y ponerla al servicio de la pedagogía. Para los pedagogos de todos los niveles de formación, la inteligencia artificial representa un desafío educativo que hay que saber afrontar precisamente con inteligencia

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