La ley del Montes | Petro, bueno con los malos y malo…

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¿Qué hay detrás de la generosa oferta del presidente a los narcotraficantes del país?  

Por El Heraldo – Política

La caja de sorpresas que tiene para su uso el presidente Gustavo Petro no tiene fondo. La última carta que sacó de ella fue una generosa oferta para los narcotraficantes del país a quienes les dijo desde Ciénaga de Oro, Córdoba, su tierra natal, que en su gobierno “tienen un camino” para reintegrarse a la sociedad.

“A esos narcotraficantes les decimos que hay otro camino. Que a pesar de los insultos que recibo todos los días, en los que me llaman loco, en donde creen que soy un corrupto como ellos, yo les digo: también los narcotraficantes tienen aquí un camino. Se hará una ley de reconciliación nacional –dijo Petro en Ciénaga de Oro– para que todos aquellos y aquellas que hayan estado incursos en ilicitud, en la violencia, puedan tener un camino y un vivir en esta nación colombiana”.

Semejante oferta, como era de esperarse, causó sorpresa y conmoción nacional e internacional. Los primeros sorprendidos con el anuncio de Petro fueron sus propios ministros del Interior y de Justicia, quienes en medio de su estupor por la generosa oferta solo atinaron a decir que ese tipo de iniciativas no están siendo consideradas en el “corto plazo”, aunque no descartaron que sean contempladas dentro de la llamada paz total, el gran proyecto de reconciliación del Gobierno nacional.

Estados Unidos –el gran aliado histórico del país en su lucha contra el narcotráfico– expresó también su estupor por los anuncios presidenciales. “Estados Unidos apoya los esfuerzos por encontrar soluciones duraderas que conduzcan a la paz en toda Colombia y condena a quienes socavan mediante el narcotráfico el acuerdo de paz logrado con tanto esfuerzo”, respondió el portavoz del Departamento de Estado.

Y es que el interés de Estados Unidos, desde siempre –no solo con Petro– es el de llevar a los narcotraficantes ante la justicia de ese país para que paguen por sus crímenes. Desde los tiempos de Pablo Escobar y los llamados “extraditables”, que preferían una “tumba en Colombia a una cárcel en Estados Unidos”, la guerra del Tío Sam contra los narcotraficantes ha sido implacable. En esa lucha siempre han tenido de aliados a todos los gobiernos colombianos, incluyendo a Ernesto Samper, quien perdió la visa estadounidense por cuenta del proceso 8.000.

De manera que cualquier tratamiento para los narcotraficantes colombianos, que signifique impunidad para sus delitos y lavado de sus fortunas manchadas de sangre será rechazado por las autoridades estadounidenses. En ese sentido el gobierno de Petro no puede tener ningún tipo de dudas.

Para Estados Unidos, cualquier ley que tramite el gobierno colombiano y sea aprobada por el Congreso, que no incluya drásticas sanciones, alejadas de tratamientos benévolos con los narcotraficantes, no tendrá el respaldo de Washington, que mantendrá firme su política de lucha contra los grupos narcotraficantes y terroristas. Para ellos no es un asunto de demócratas o de republicanos: es un asunto de Estado.

De cualquier manera no la tendrá fácil Gustavo Petro a la hora de gestionar iniciativas benignas con los grupos narcotraficantes, no solo por la inmensa estela de dolor que han dejado por décadas en el país, sino porque por cuenta del alcance internacional del delito, todo lo que haga o deje de hacer el gobierno colombiano afecta a la comunidad internacional, en especial a Estados Unidos, quien –sin duda– mostrará los dientes en el momento que sea necesario.

¿Qué hay detrás de la generosidad de Petro con los narcotraficantes del país?

¿Cuándo vamos a saber la verdad del Pacto de La Picota?

Cuando estalló el llamado ‘Pacto de La Picota’, en plena campaña presidencial, el entonces candidato Gustavo Petro salió a los medios de comunicación a desmentir los supuestos acuerdos entre narcotraficantes detenidos en las cárceles y allegados a su campaña, entre ellos su hermano Juan Fernando Petro y el hoy alto comisionado de paz, Danilo Rueda, quienes se habrían entrevistado con varios reclusos en distintas cárceles.

En medio del escándalo Petro declaró que en su gobierno no habría “trato benigno” para los narcotraficantes del país. El llamado ‘Pacto de La Picota’, pese a la gravedad de sus alcances, sigue siendo un misterio. Ni la Fiscalía, ni las otras autoridades, han podido develar quiénes estuvieron detrás del mismo y cuáles fueron los compromisos adquiridos.

Por esa misma razón la oferta de Petro a los narcos desde Ciénaga de Oro encendió de nuevo las alarmas y revivió el fantasma de las presuntas alianzas entre narcotraficantes y su campaña. ¿‘El Pacto de La Picota’ incluye perdón y olvido para los narcotraficantes? ¿A qué se comprometieron los narcos y a qué la campaña del entonces candidato y hoy presidente Petro? ¿Qué tienen que decir Juan Fernando Petro y Danilo Rueda sobre los presuntos acuerdos? Hoy –un año después de iniciado el gobierno de Petro– son muchas las preguntas y pocas las respuestas sobre este confuso, 
espinoso y delicado asunto.

Estados Unidos, las alarmas están encendidas

Aunque reconoce un drástico viraje en la política nacional, en lo que tiene que ver con la lucha contra el narcotráfico, Estados Unidos sigue con atención el desarrollo de las nuevas directrices fijadas por Petro.

El énfasis del gobierno en la interdicción terrestre, aérea y marítima, más que en la erradicación de los cultivos, como sucedía con los anteriores gobiernos, tiene el respaldo de Washington, que con una buena dosis de pragmatismo entendió que no importa el color del gato, siempre y cuando cace ratones. Esto es: no importa si el gobierno de Colombia es de izquierda o de derecha, siempre y cuando luche contra el narcotráfico. Pero Estados Unidos también quiere resultados en todos los frentes, no solo en el de la interdicción de cargamentos de droga.

Washington quiere que en la erradicación de los cultivos, que son los que producen las miles de toneladas que incautan por aire, mar y tierra, también haya resultados contundentes. Y no los hay. Las cifras de erradicación de cultivos ilícitos en lo que va del año son paupérrimas : tan solo 7.000 hectáreas. Ello significa que los cultivos ilícitos han crecido de forma exponencial y eso ha causado malestar en Estados Unidos.

De Pablo Escobar al Clan del Golfo

Desde los tiempos de Pablo Escobar y los ‘extraditables’, los narcotraficantes del país han soñado con gobiernos generosos que les permitan pagar pocas penas y poder gozar de sus inmensas fortunas. En otras palabras: gobiernos que les permitan “blanquear” miles de millones de dólares. En 1984 hicieron llegar una oferta al entonces presidente Belisario Betancur, desde el Hotel Marriot de Panamá, donde estaban alojados Pablo Escobar y Jorge Luis Ochoa, entre otros, en la que ofrecían pagar la deuda externa del país a cambio de que les perdonaran todos sus delitos.

La oferta también incluía la delación de sus socios y la entrega de las rutas para sacar la cocaína. La oferta se filtró a los medios, en momentos en que el país aún lloraba la pérdida del ministro Rodrigo Lara, asesinado por orden de Escobar, lo que obligó al gobierno a cancelar cualquier aproximación con los del Cartel de Medellín. Otro acercamiento en tiempos de Barco también se frustró. La razón de que todas esa aproximaciones fracasen es una sola: ningún gobierno puede darles a los narcos del país un tratamiento distinto al de su sometimiento a la ley. Punto.

En su caso no existe ninguna posibilidad de negociación política. Ni antes con Escobar y sus socios, ni ahora con el Clan del Golfo, Los Pelusos, Los Rastrojos o los Costeños. A Petro le ha costado entender ese principio fundamental para sentarse a dialogar con organizaciones narcotraficantes.

¿Por qué tanta generosidad con quienes delinquen?

A propósito de la generosidad que muestra Petro con las organizaciones delictivas, sean de extrema izquierda o de extrema derecha, llama la atención la mezquindad y desprecio con que trata a quienes obran dentro de la legalidad. A la par que ofrece todo tipo de beneficios y gabelas a quienes actúan por fuera de la Ley, como se aprecia en los proyectos radicados dentro de la llamada paz total, asume una actitud hostil y grosera con quienes representan al sector productivo, al que no duda en señalar de “explotador y esclavista”.

Es decir, Petro se muestra dócil y benévolo con los “malos” y grosero y altanero con los “buenos”, aquellos que generan empleo y riqueza. Mientras para los delincuentes hay una mano tendida por parte del Presidente, para quienes cumplen con sus obligaciones dentro de la ley, siempre habrá un reproche o un gesto inamistoso. Petro considera que los grandes males del país tienen más que ver con estos últimos que con los primeros, lo que no deja de ser una forma injusta y perversa de ver la realidad. No de otra forma puede entenderse su afán por promover “reconciliaciones”, con perdón y olvido, incluidos, con quienes han sumido a millones de hogares colombianos en la tristeza y el dolor. Así piensa y así gobierna. Punto.

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