Caquetá, libre de centralismo y clientelismo, potencia biodiversa

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Pocos paisajes naturales pueden compararse con las montañas de Caquetá. La violencia y el olvido de los clanes políticos que han controlado la región a través de sus maquinarias hasta ahora han sido insuficientes para destruir el paraíso. Pese a la estigmatización que aún afecta el crecimiento del turismo y el desarrollo económico, los caqueteños han encontrado formas de crear oportunidades y confían en un mejor futuro para ellos y los que vienen.

Entre ríos y amplias variedades de fauna y flora, la biodiversidad de la región amazónica representa nuestra capacidad geoestratégica de resistir el calentamiento global. El macizo colombiano alimenta el río Caquetá hasta desembocar en Apaporis y seguir su rumbo a Brasil. Titíes, guacamayos y mariposas son ejemplos de animales que habitan el departamento de Caquetá, aunque la minería ilegal y la deforestación hayan reducido su hábitat natural.

Cada año se pierden miles de hectáreas de bosque primario húmedo, principalmente en la cercanía de San Vicente del Caguán, Cartagena del Chairá y Solano. La falta de presencia del Estado, que desde hace décadas ha sido incapaz de brindar seguridad en Caquetá, es una de las principales causas del ecocidio, que aún no se integra a las acciones de la Administración pública nacional y permanece en el discurso.

Cerca del 90 % de los municipios de nuestro país se clasifica bajo la peyorativa etiqueta de «sexta categoría», clasificación que impide distinguir los problemas focalizados que afronta cada población. Por ejemplo, los habitantes de Belén de los Andaquíes o de El Doncello no están sometidos al mismo aislamiento de los solanences, por lo que llamarlos a todos «de sexta» uniforma grotescamente las diferencias con fundamento en los ciegos indicadores de población y presupuesto.

Sin lugar a duda la Colombia profunda sigue padeciendo los efectos del atraso tecnológico al que la esclavitud centralista la condenó hace más de un siglo. No obstante, los caqueteños son personas optimistas que confían en que una nueva forma de hacer política llegue a ejercer el poder en el departamento. Son muy expresivos los testimonios de hombres y mujeres que, con ilusión, ven las elecciones de octubre como una oportunidad de escoger un rumbo distinto para su región.

Este año se ha demostrado que la forma tradicional de hacer política en Colombia ha secuestrado las voces de cambio del Gobierno nacional. La esperanza de materializar la libertad y la justicia recae entonces en el liderazgo de quienes representan la superación de la persecución política, así como la lucha en contra de la violencia del poder. Se ha derramado mucha sangre y se ha perdido mucho tiempo, pero llegó la hora de cumplir los sueños de los habitantes de la región amazónica.

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