“Dichas creencias hicieron posible sangrientos e inimaginables -por la crueldad con que se dieron- enfrenamientos humanos, genocidios y todo tipo de delitos y las más grandes e inexplicables atrocidades de las que haya tenido noticia toda la humanidad.”.
Autor: Héctor Jaime Guerra León*
Ha sido muy antigua la perversa estrategia que se ha utilizado para la elaboración de diabólicos mecanismos que desde épocas remotas se han utilizado para deslegitimar al contrario, al bando opuesto, al líder rival, al pensamiento (tesis o argumento) político diferente en los procesos políticos y/o gubernamentales.
Los Nazis, pero antes que ellos ya muchos otros desde la antigüedad, utilizaron estas crueles estrategias, para confundir e imponer sus apreciaciones, sus criterios y/o sus formas de pensar y gobernar o simplemente para vencer y/o agredir, con este trato tan indigno a sus rivales o enemigos. Jesús de Nazaret, gran maestro y líder de la humanidad, pudiera ser el vivo ejemplo del inmenso daño que puede causar el efecto de la mentira y del engaño, a él –a través de la invención, el ardid y la maledicencia- lo sentenciaron e hicieron matar sus propios rivales (“amigos”) en la iglesia, sembrando contra él odio y mala imagen, haciéndole creer al tirano y al pueblo mismo, que este era un hombre malo, peligroso e indigno y que por lo tanto merecía el repudio e incluso ser condenado a muerte, como en efecto sucediera en aquella penosa y legendaria época de nuestra historia religiosa.
Al respecto de esta terrible realidad humana Thomas Carlyle (1795-1881, filósofo, historiador, traductor, matemático, crítico social y ensayista escocés), dijo una contundente y aleccionadora frase que ha dejado gravado en lo más profundo del pensamiento filosófico y político la gravedad de las consecuencias que pueden originarse del depravado “arte” de mentir. En muchos de sus trabajos literarios y académicos: como libros, ensayos y conferencias, este insigne pensador escocés, quien fuera también catedrático y rector de la Universidad de Edimburgo, preguntaba con asiduidad ¿Puede haber en el mundo algo más despreciable que la elocuencia de un hombre que no dice la verdad?
Y es que en honor a la verdad, no puede haber nada tan injusto y despreciable que el daño (fama mala) que se puede sembrar o difundir contra algo o alguien utilizando la falsedad (farsa), para beneficiarse de los efectos que este artificio puede generar en las personas, en los pueblos, en las instituciones e inclusive en el inconsciente colectivo de las naciones, a las que no pocas veces se les ha inducido a pensar o creer de conformidad con manipulaciones conceptuales, políticas o ideológicas que se arman desde sofisticados y complejos montajes –o centros de poder- que por su rigor y gran capacidad, resultan muy difíciles de detectar y casi siempre se hacen creíbles. Es decir, que surten los efectos esperados por sus protagonistas o manipuladores.
Además, existe también, eso es algo como sicológico (allí en el misterioso mundo de la sicología podrá explicarse con mayor rigor tan complejo asunto de nuestra condición humana), la lamentable tendencia a creer en algo que realmente no existe o que no es cierto. Ocurre mucho cuando las personas o la sociedad y, con ella, las comunidades, cuando –por alguna circunstancia se atraviesa por una situación problemática, se adquiere la tendencia o ilusión a esperar que debajo de la manga mágica de algo, o de alguien, aparezca la solución o la promesa de que pronto desaparecerá esa dificultad y que ese algo, muchas veces inexistente, como una verdad revelada, será quien vuelva a traer la calma o la solución a dichas angustias y/o necesidades.
Volviendo a los nazis, por ejemplo, hicieron creer a sus connacionales y a buena parte del mundo entero, que los judíos hacían parte de un pueblo enemigo de la humanidad y que habría que librarse de ellos a cualquier precio. ¿Cómo es que se creyó en tan exagerada e inhumana abominación?; ¿Cómo es posible que aún se tengan significativas expresiones de ese tipo de xenofobismos? Sin embargo ocurrió y dichas creencias hicieron posible sangrientos e inimaginables -por la crueldad con que se dieron- enfrenamientos humanos, genocidios y todo tipo de delitos y las más grandes e inexplicables atrocidades de las que haya tenido noticia toda la humanidad.
La respuesta a este tipo de incógnitas, es que estos oscuros e innobles fenómenos siguen vigentes y que nosotros los seres humanos somos permeados muy a menudo por este tipo de insanas prácticas, especialmente cuando hay de por medio intereses de carácter político, racial, religioso, económico e ideológicos, etc. Las ideologías suelen alimentarse de este tipo de vicios y/o conductas, para la implementación y difusión de sus programas, consignas, ataques, dominaciones, etc.
“Miente, miente que algo quedará, cuando más grande sea la mentira más gente la creerá”, fue un postulado que ya existía –como hemos dicho antes- pero que fue utilizado con gran éxito por el jefe de propaganda Joseph Goebbels y por el mismo partido Nazi, con el fin de mantener el régimen con el que habían prometido invadir y gobernar tanto a Alemania como al mundo que quisieron conquistar con ese tipo de estrategias. Consignas como estas, moralmente ruines y desprovistas de toda ética, fueron las que llevaron a Adolfo Hitler, no solo a ser jefe del nacionalismo Nazi, sino a la toma del poder, apoyados en “una ideología totalmente nacionalista, supremacista y antisemita del Tercer Reich alemán liderado por Adolf Hitler desde 1933 hasta 1945”, ideología con la que -basados en falacias y falsas creencias- crearon la poderosa ficción (la mentira) de que eran seres superiores; recordemos que decían que ellos eran los representantes de la Raza Aria (que al final nunca se supo realmente eso que era) y que dicha condición les brindaba la oportunidad o el derecho de imponer su supremacía sobre todas las demás naciones, sobre todos los demás seres humanos y, para ello, eliminar –como en efecto trataron de hacer con esos horrorosos crímenes- de extinguir para siempre a los judíos, porque se les metió -y así lo hicieron creer a las multitudes de fanáticos y seguidores- que el pueblo judío sería un obstáculo para la puesta en marcha y mantenimiento de tan execrables ideas (https://elordenmundial.com/que-fue-nazismo/).
Lástima que este tipo de procederes y de maneras de pensar y comportarse, no sean ajenas a nuestro medio (estado-sociedad), las cuales como un monstruo de múltiples cabezas, puede llegar a surgir de un momento a otro y arrasar, injustamente, con el honor, la dignidad e incluso la vida de quienes por desgracia puedan verse sorprendidos por este horrible comportamiento, por un ataque o por cualquier circunstancia que lleve intrínseca un arma de tan maligna naturaleza.
Los escenarios judiciales, políticos, económicos e inclusive hasta religiosos (ya hablamos de lo que le pasó al mayor jerarca del Cristianismo), pueden, con mucha facilidad, quedar expuestos a este tipo de funestas situaciones, pues lamentablemente en todo aquel lugar donde deba prevalecer la verdad, podrá inmiscuirse la mentira (donde está la luz es muy probable que pueda llegar la oscuridad; donde haya claridad y certeza, también podrán llegar la confusión y la duda). Donde exista o deba existir el bien, siempre habrá asechanzas del mal; donde se debate o se use el discernir dialéctico de las ideas, puede llegar a contaminarse con posiciones malsanas que quieran tergiversar la verdad, para sacar provecho y esquivar responsabilidades o imponer criterios que no se corresponden con la realidad y el interés general, sino particular.
¡Dios proteja a Colombia!
*Abogado. Especialista en Planeación de la Participación y el Desarrollo Comunitario; en Derecho Constitucional y Normas Penales. Magíster en Gobierno.