El desastre de Bogotá

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Por Rafael Nieto Loaiza*

Es incomprensible la conducta de la alcaldesa de Bogotá durante esta crisis.

Por un lado, su Secretaria de Desarrollo sostuvo que en la ciudad el 75% de las empresas puede aguantar 65 días “sin vender un fríjol”. En España, en 15 días sin facturar el 75% de empresas tiene problemas de liquidez. En EE.UU., el 50% de pymes resiste 27 días y el 25% se quiebra a los 13. Si las decisiones en la capital se han tomado sobre esa base, la ciudad está en serísimos problemas.

Por el otro, la Alcaldesa empezó por subestimar la naturaleza y el riesgo del Covid19. El 08 de marzo sostuvo que el virus era un “tipo común de gripa” y con ello generó un gran impacto de desinformación.

Después, se vino lanza en ristre contra los gremios y los empresarios y, de manera muy agresiva, preguntaba “cuánto dinero han puesto, cuántas UCI han puesto, cuántas camas hospitalarias han puesto, cuántos mercados han puesto”, que si acaso “querían que saliéramos a enfermarnos y matarnos” o si buscaban “ahorrarse una plata para tener como Guayaquil los muertos en la calle”. Agregó que, en cambio, Bogotá había puesto 250 mil millones de pesos. Más allá del tufillo populista y de confrontación de clases de su intervención, es muy grave que la Alcaldesa no comprenda, o peor, que entienda, pero no reconozca, que el dinero de Bogotá no es de ella sino de los habitantes de la ciudad, decenas de miles de ellos empresarios, que pagan impuestos.

En realidad, Bogotá como ente administrativo no produce nada. Tampoco los burócratas que en ella trabajan. La plata de la capital es la de los impuestos, que todos pagamos, incluyendo los empresarios que, además, son los contribuyentes más importantes. Con ella se paga a sus funcionarios y de ella salen los 250 mil millones. Ahora, para cuando López hacía esas declaraciones ya habían hecho donaciones multimillonarias Argos, Nutresa, el grupo Diana, el grupo Sarmiento, el Éxito, Familia, Postobón, Unilever, la Alquería, y los ingenios azucareros, entre muchos otros. Días más tarde, en la “donatón”, decenas de empresarios entregaron 47.892 millones del total de 51.696 millones recolectados.

López también decidió echarle la culpa a Opain, operadora de El Dorado, y al Presidente, a quien acusó de no haber cerrado a tiempo el aeropuerto, por el alto número de contagios en la ciudad. Hace unos días dijo que ella “lo hubiera cerrado en febrero, sin duda”. Olvidó que el 16 de marzo había solicitado, casi al borde del llanto, que se permitiera la entrada de vuelos incluso de países “con contagio”. Para rematar, omitió que el control sanitario de El Dorado le corresponde por ley (715 de 2001) a la Secretaría de Salud de Bogotá y que esa Secretaría apenas tenía un médico y dos auxiliares de enfermería para atender un aeropuerto que el año pasado movió más de 35 millones de pasajeros. Ese grupo fue ampliado a mediados de marzo a cuatro auxiliares por turno y se agregaron una enfermera y un epidemiólogo. Un equipo muy pequeño para hacer el control sanitario de los miles de pasajeros que entraron en la semana antes del cierre del aeropuerto. Si el alto número de contagios en la ciudad se debió a los viajeros infectados que llegaron por El Dorado, como dice la Alcaldesa, toda la responsabilidad es de la Alcaldía y de nadie más.

Y ahora cuando Duque dio la orden de permitir la reactivación de los sectores de construcción y manufactura, se atravesó. Sostuvo que “la manufactura no entrará en actividad el lunes 27 porque no estamos preparados”. Para sustentar su posición alegó que la construcción “genera 560.000 viajes al día y la manufactura 567.000” y que ello generaría “aglomeraciones en el transporte” y riesgo de salud para los trabajadores. Sus cifras contradicen las de la propia Alcaldía. La Encuesta de la Secretaría de Movilidad muestra que Transmilenio hace el 18% de todos los viajes de la ciudad, alrededor de 2.5 millones. De esos viajes, solo el 31%, 775.000, son de trabajo. Decir que entre construcción y manufactura hacen 1.127.000 viajes es un despropósito. Además, Camacol dice que hay 175 mil trabajadores en la construcción habitacional. Serían 350 mil viajes, sin descontar quienes se mueven en bicicleta, motos y a pie. En fin, todo el sustento de la posición de López es falso. Como si no bastara, el Secretario de Movilidad de Bogotá está en Argentina desde 17 marzo. Y desde el 13 abril le pagamos por teletrabajo. El Secretario tendría que estar en la ciudad.

Para rematar, la Alcaldesa hace un par de días aseguró que había entregado 1.700.000 mercados. También mentira. La cifra real, según Bogotá Solidaria, era solo de 30.000. De hecho, al 24 de abril solo se han entregado 54.770.

Finalmente, se soltó una joya: según la Alcaidesa, Bogotá saldrá de la cuarentena solo cuando haya una vacuna contra el Covid19. Es decir, en una fecha incierta entre ocho meses, si se da el milagro, y año y medio o más. Semejante locura no la resiste ninguna economía y no ha sido planteada en ninguna parte del mundo.

Seguramente como resultado de su error de juicio, quizás nublada por sus futuras aspiraciones políticas y con el afán de exculpar sus responsabilidades, la Alcaldesa ha mentido sistemáticamente y ha intentado trasladar a otros sus pecados. Además, la cuarentena inició el 24 de marzo, terminaba el 13 de abril, se extendió hasta el 27 y ahora al 11 de mayo. La Alcaldía ha tenido más de un mes para prepararse para el fin de la cuarentena y la reactivación de todos los sectores productivos, no solo la manufactura. Ni los empleados ni los empresarios deben pagar su impresión.

 

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