Por allá en julio del año pasado doña Sonia bajó desde su casa hasta el Centro Vida de San Javier. Hizo fila, recibió un mercado y volvió a su hogar, con mucha nostalgia, dice, de ver su otra casa cerrada y acumulando mugre.
Durante cuatro años fue beneficiaria del programa Centros Vida, que hasta antes de la pandemia entregaba una oferta integral con alimentación, actividades lúdicas y valoración biopsicosocial.
Mejor dicho, era una plan gerontológico individualizado que copaba las jornadas de cerca de 2.600 adultos mayores en todas las comunas, particularmente en condiciones de vulnerabilidad por inseguridad alimentaria y/o carencia de redes de apoyo y cuidado.
La pandemia cerró las puertas de los 28 Centros Vida en la ciudad, lo cual doña Sonia entendió como lógico en el momento más crítico de la emergencia sanitaria pero no ahora. El cierre prolongado le quitó el espacio donde, según cuenta, logró la atención psicológica que buscó durante años, que nunca encontró en el sistema de salud, y que asegura que le ayudó a sobrellevar un traumático cambio en su vida que acabó por forzarla a compartir una vivienda multifamiliar en la que todavía no se siente cómoda del todo.
Doña Sonia dice que durante todo este tiempo solo recibió un par de llamadas, un par de mercados y un kit con manualidades, más de lo que don Álvaro, usuario del Centro Vida en el barrio Los Colores, recibió del 2020 para acá.
No es que la necesidad de un mercado fuera su prioridad, al menos eso es lo que dice él, pero sí asegura que el cierre de la oferta que alimentaba sus días desde las 8 de la mañana hasta la tarde ahondó su falta de redes de apoyo. Es un pensionado con enfermedades crónicas, con pocos familiares y ninguno cercano.
En Medellín Cómo Vamos dicen que han recibido decenas de testimonios como estos en todas las comunas que dan cuenta de las necesidades urgentes de la población adulta mayor para recuperar un espacio en el que se nutrían y recibían una atención especializada.
La Alcaldía de Medellín defiende la decisión que tomó de priorizar en el presupuesto destinado para este programa la destinación de ayudas alimentarias a adultos mayores en condición de vulnerabilidad, independiente de si eran o no beneficiarios tradicionales del programa.
Diana Toro, directora técnica del Equipo de Personas Mayores –Amautta–, dice que la administración se la jugó por ofrecer estos kits como una forma de evitar situaciones de riesgo y exclusión de estas personas por parte de sus núcleos familiares, garantizando incluso –asegura– que esta especie de mercados ayudaran también a suplir las necesidades de los demás familiares.
Lo que inquieta a Luis Fernando Agudelo, director de Medellín Cómo Vamos, es que a pesar de haber reducido la nutrida oferta de Centros Vida a solo la entrega de paquetes alimentarios la inversión sea muy similar a la destinada hasta 2019, cuando el programa funcionaba a plenitud con refrigerio, almuerzo, psicólogos, gerontólogos, nutricionistas y una cargada oferta lúdica y recreativa presencial en las 28 sedes.
Según Agudelo, la inversión en 2019 rondaba los $42.000 millones y para este año la administración municipal entregó cifras similares, con indicadores que Agudelo señala que obviamente no está cubriendo. Por lo que el interrogante es, ¿cómo están ejecutando los recursos?
Pero Diana Toro defiende la gestión y eficacia del programa y asegura que el modelo mutó a una atención domiciliaria que garantizó el seguimiento de los beneficiarios con un equipo móvil conformado por trabajador social, gerontóloga, educador físico, auxiliar de enfermería, psicólogo, nutricionista, tecnólogo en gerontología, tecnólogo en artes y el tecnólogo en alimentos, los cuales hacen visita de manera rotativa, cosa muy distinta a la que dijeron los beneficiarios consultados por este diario.
En 2021, según cifras de la administración, 3.130 personas fueron atendidas con la entrega de paquetes alimentarios con recursos ordinarios que ascendieron a $3.725.916.336. Fueron 600 personas más de las que resultaron cobijadas con recursos de la Alcaldía en 2019.
Sin embargo, hoy solo 1.290 usuarios están recibiendo apoyo activo del programa, concretamente 5.160 paquetes alimentarios entregados este año, gracias a una inversión de $ 3.728.491.506 ejecutada con presupuesto participativo, en las comunas Santa Cruz, Manrique, Aranjuez, Robledo, Villa Hermosa y Buenos Aires, esto se explica porque en dichas comunas se priorizaron recursos para el programa, pero refleja invariablemente que cerca de 1.300 adultos mayores en el resto de la ciudad que se beneficiaban de Centros Vida en 2019 están en al aire.
Agudelo apunta que las decenas de usuarios que los han contactado para advertir las alteraciones del programa, dicen que no encuentran justificación para que hoy, tras dos años, el cierre se mantenga.
Desde Amautta aseguran que sí hay tres Centros Vida abiertos operando bajo semialternancia: el de la Candelaria, el de Buenos Aires y Manrique. Este medio fue ayer al de la Candelaria que lucía igual de vacío que los otros desolados que visitó. El equipo de Amautta afirmó que en una semana será el próximo encuentro presencial allí.
La razón de Diana Toro para que a esta altura el programa no esté normalizado es que el 9 de noviembre, cuando arrancó el contrato vigente, gran número de usuarios reportaba que aún no quería asistir de manera física. Y dicho contrato que va hasta el 6 de abril tiene que terminarse tal cual está. Según sus cuentas, arrancando junio, tras licitación pública, los Centros Vida reabrirían nuevamente sus puertas con la oferta completa para atender, mínimo, –dice– a 1.500 personas.
El director de Medellín Cómo Vamos señala que puede darse como un hecho que la actual administración no logrará el objetivo de ampliar la cobertura de beneficiarios en este programa y ni siquiera mantener los estándares de calidad en su oferta integral.
El concejal Luis Bernardo Vélez, que durante su gestión como secretario de Inclusión en el periodo anterior elevó el número de sedes a la cifra actual y consolidó la estrategia de alimentación presencial, dice que lo que ocurre con los Centros Vida arroja dos conclusiones. Primero, que hay una “improvisación en programas sociales” que se demuestra, dice, en la falta de planeación técnica y jurídica y en lo que él califica como “indolencia frente a la población adulta mayor”, que fue siempre prioridad de las administraciones públicas y jamás presentó –sostiene– reveses semejantes.
La segunda es una falta de comprensión de las necesidades de esta población. Y explica esto indicando que Centros Vidas nacieron no solo como una estrategia de seguridad alimentaria sino para garantizar unas redes de apoyo a una población solitaria y dependiente cada vez más creciente, algo que según apunta el concejal la Alcaldía desestimó totalmente al permitir el cierre desde 2020 de estos sitios.