Mucho adulto mayor no quiere pensionarse, quiere trabajar. La sociedad no puede darle la espalda.
En Colombia se habla muy poco de los adultos mayores, de aquellos que tienen más de 60 años. A juzgar por lo que uno observa, se trata de un segmento invisible, e inservible, para muchos. Más grave aún, para no unos pocos, es una deshonrosa población. Basta con ver en las redes sociales cómo la sola mención de viejo suele ir acompañada de descripciones desobligantes como: viejo inútil, viejo decrépito, viejo estorbo, viejo inservible o viejo cacreco.
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Más allá de la podredumbre y el resquebrajamiento que reflejamos como sociedad por lo anterior, el tema de los adultos mayores debería tener un espacio ineludible en la agenda nacional. No en vano estamos hablando de alrededor del 15 % de la población colombiana, porcentaje que será cada vez mayor en los próximos años. De estos casi 7 millones de colombianos hoy, el 45 % son hombres, y el 55 %, mujeres. Y muchos aún trabajan, sobre todo en el sector comercial. Como lo señalaba, avanzamos hacia una pirámide poblacional en la que la proporción de mayores de 60 años es cada vez más elevada. Nuestras sociedades no se están renovando como antes y los adultos mayores cada vez viven más. En el siglo XXI, aquellos que tienen hoy 60 años tienen un 50 % de probabilidades de llegar a los 90.
Por aquello que denominamos el ciclo de la vida, damos por sentado que, al traspasar cierta edad, como los 65 años, el adulto mayor debe dar un paso al costado. En ese instante, con su pensión en la mano, la sociedad considera que ya cumplió con sus obligaciones para con ese ciudadano. El camino hasta la muerte, esa persona mayor, lo ha de transitar en su privacidad. Ya no es asunto de la sociedad. Ellos sí que son los ‘nadies’. Puede que este haya sido el deber ser durante siglos, pero en las últimas décadas hemos vivido un frenesí de avances y progreso que nos está haciendo replantear muchas cosas, y una de esas debería ser nuestra relación con los adultos mayores y el papel de estos en un mundo donde estamos más sanos y vivimos más años.
En Estados Unidos, una sociedad que ha sido vanguardista en muchos temas sociales, hay universidades que ofrecen cursos a los adultos mayores para transitar hacia la vejez, para asumir su nuevo rol en la sociedad. Me pregunto si en Colombia existe algo similar. No creo.
Pero ese no es el punto. Los dirigentes políticos colombianos deben abrir una discusión sobre los adultos mayores en Colombia, sobre su vida útil, sobre sus capacidades cognitivas para seguir aportándole a la sociedad, sobre políticas laborales que incentiven a las empresas a contratar a esta población. No es un tema de si se debe correr su edad de jubilación. Es saber si ellos quieren seguir trabajando, y si es el caso, que puedan seguir haciéndolo.
Hoy, mucho adulto mayor no quiere pensionarse, quiere seguir trabajando. La sociedad no puede darle la espalda. De hecho, no solo por respeto hacia todo lo que han dado, sino sobre todo porque las arcas estatales los necesitan más que nunca. Y nadie está hablando de ellos.
La sociedad está cambiando, y dicen que uno debe adaptarse a lo que se viene, a lo que se está imponiendo. Insisto, sin embargo, en que lo que se viene es un mundo vago, cómodo, impasible, que no quiere trabajar, o que quiere redefinir el trabajo a su acomodo, con unas premisas absurdas e ilógicas. La penicilina no se descubrió trabajando de 9 a 5. El iPod, uno de los grandes inventos de los últimos 20 años, tampoco. El ser humano nació para trabajar, no para sentarse en una hamaca y ver cómo los pájaros trinan.
Esta es una pelea perdida, la verdad. Pero que no se les olvide que en un futuro no muy lejano esos adultos mayores van a constituir más del 30 % de la población y van a ser digitales, sagaces y aptos para marcar tendencias. Por lo pronto, prefiero trabajar con alguien de 60 que con alguien de 25.
DIEGO SANTOS – Analista digital – En X: @DiegoASantos