El turismo en la región de Guatapé y El Peñol se está haciendo insostenible.
Por: El Colombiano
“Si tienen oportunidad de ir a Guatapé – El Peñol por estos días, ¡Desaprovéchenla!”, se leía en varios comentarios virales en redes sociales luego de que personas que fueron a visitar Guatapé y El Peñol en temporada de vacaciones reportaran tacos de hasta 6 horas para desplazarse entre el Valle de Aburrá y los municipios de la represa, ubicada en el oriente antioqueño.
Todas las vías colapsaron, al igual que la mayoría de la infraestructura de Guatapé, que por su salida a la represa es el que recibe la mayor afluencia de turistas. En los últimos días de diciembre, la cantidad de foráneos en el municipio llegó a tal punto que varios barrios se quedaron sin agua por largas horas. Su infraestructura no da abasto. En cualquier fin de semana, los carros y motos no caben ni en los parqueaderos ni en las calles, creando embotellamientos que pueden llegar hasta la autopista Medellín-Bogotá. El turismo tiene la región al límite.
La represa de Guatapé-El Peñol y sus alrededores tienen todo el potencial para ser un paraíso turístico. No hay un blog o una aplicación de viajes que no los tenga como una parada obligatoria para los turistas que llegan a Medellín. Su geografía y clima son especiales para todos los extranjeros. Las infinitas y estrechas ensenadas de su represa, rodeadas de verdes montañas repletas de fauna nativa cuentan con un clima fresco durante todo el año, algo que envidiaría cualquier otro lugar del mundo.
Aunque la calidad de sus vías lo escondan, la represa queda a menos de 50 kilómetros de Medellín cuando se mide en línea recta, una distancia parecida a la que hay entre Miami y Fort Lauderdale. Su piedra – un monolito de más de 200 metros que se asoma a la vista desde cualquier lugar de la represa – es una maravilla natural con una vista inigualable, creando un mirador que amerita que miles de personas decidan subir sus casi mil escalas cada fin de semana.
Sin embargo, todas estas bondades están lejos de ser aprovechadas en su mejor versión. Hace años se habla de una nueva doble calzada que ayude a mitigar los problemas de movilidad de la región, pero no se concreta nada. El acceso actual a El Peñol no solo colapsa por la cantidad de carros y motos, sino que además sufre con frecuencia por deslizamientos de tierra, creando el panorama perfecto para que algún día ocurra una tragedia. ¿Será así para siempre?
La piedra, el punto focal de la región, cuenta con una característica que sería totalmente impensada en otras partes del mundo: ser propiedad de privados. ¿Se imagina usted que las cataratas del Niagara o algún pedazo del Gran Cañón fueran propiedad de una persona natural? La belleza de la piedra se empaña por una “G” y una “U”, escritas en pintura blanca desde que hace muchos años a alguien se le ocurrió escribir Guatapé en ella, dejando una mancha horrible que nadie se ha dignado a borrar. La seguridad de sus instalaciones – sobre todo sus más de 700 escalas – deja mucho que desear. Las construcciones en los alrededores y en la cima de la piedra son disonantes con su atractivo natural. ¿No debería haber otro tipo de manejo para un icono tan importante?
En lo que respecta al manejo de la represa, se ve poca regulación. Las motos de agua alquiladas sin permiso ni experiencia generan riesgos. Los planchones con fiestas repletas de drogas abundan, por no mencionar el aumento de prostitución en el sector. Desde 2015, más de 30 personas han muerto en accidentes en ese gran estanque, una verdadera tragedia. El hundimiento de una embarcación hace 5 años fue un suceso lamentable de alcance global, que si no se hubiera dado tan cerca al malecón de Guatapé podría haber tenido consecuencias mucho peores. Las nulas restricciones al tamaño de las embarcaciones y velocidades están generando erosiones que amenazan con dañar y volver más costosa la construcción de infraestructura en las orillas de la represa, uno de los principales atractivos del sector.
Tantas entidades que tienen que ver con este problema deberían actuar de manera urgente antes de que sea tarde. La Gobernación de Antioquia, EPM, las alcaldías locales y hasta el gobierno nacional si su propósito es mejorar el turismo en el país. Replantearse cuál debería ser el manejo correcto que hay que darle a la piedra del Peñol pensando en su conservación y en poder maximizar su potencial turístico debe ser un motivo de reflexión. ¿Hasta cuándo tendrá sentido que el manejo de la piedra esté en manos de privados? ¿Bajo qué condiciones?
Si seguimos como vamos, el turismo será insostenible allí. A nadie le conviene que esto ocurra