Ciertamente durante muchos años en carne propia viví yo mismo la dureza que significa recurrir en la mayoría de los escenarios académicos a la autodidaxia dada la clara y vergonzosa insuficiencia de los contenidos ofrecidos por los docentes en cuyas manos estaba mi educación. El descarado adoctrinamiento, especialmente impartido por los profesores de sociales, no era más que un turbio remolino de torceduras históricas y conceptuales, juicios de valor sin sentido académico alguno, consideraciones personales que se obligaban como si fueran verdades irrefutables a costa de una ilegítima autoridad concedida a partir de una errada concepción del orden y la disciplina.
Hablo en esta columna no como escritor, columnista o como director de este medio, hablo como ex-estudiante de dos colegios y una escuela pública en los cuales encontré persistentemente los mismos errores que expreso porque, señor lector, tanto el adoctrinamiento político como la mediocridad son problemas estructurales que afectan directamente la calidad educativa que los niños y adolescentes que el sistema público acoge, reciben.
Y es que los docentes y maestros afiliados a sindicatos como FECODE son prácticamente intocables por la prensa dada su importancia política, menos mal, digo yo, este medio no está sujeto a las rígidas normas de censura que algunos periódicos y revistas imponen, orientados por los intereses económicos y políticos de ciertos sectores. Es a todas luces sorprendente que un gremio en cuyas manos están los futuros de millones de niños no esté sometido al escrutinio público, y aun más lo es que pese a sus constantes fracasos, evidente mediocridad y resultados vergonzosos, ni siquiera los políticos clasificados por la izquierda como de extrema derecha se atrevan a criticarle.
No me refiero en esta columna a la totalidad de los profesores, he de admitir en honor a la verdad que hay algunos de ellos apasionados por su profesión y entregados a los estudiantes en cuerpo, mente y espíritu y que en esa medida se esfuerzan y en efecto brindan una cátedra realmente constructiva. Sin embargo, la existencia de esos docentes no supone la inexistencia de una abrumadora mayoría de individuos cuya motivación para enseñar no existe, y se limitan a dar largos, inoportunos, y francamente malos monólogos sustentados en un modelo educativo arcaico y simplista cuyas desventajas y fallas terminan de asesinar los pocos logros de los que el mismo quizá podría hacer alarde.
Son mis palabras sustentadas por la experiencia y por las cifras del ministerio de educación como los resultados de las pruebas cuyos resultados recientemente arrojaron que ellos (los docentes) sacaron el menor promedio entre los otros profesionales. Existen además las cifras establecidas por las últimas pruebas ICFES realizadas a los estudiantes de todo el país, en las cuales el promedio fue 250 y eso que según múltiples analistas fue claramente jalonado por los colegios privados.
A los profesores de colegios públicos, mayoritariamente afiliados a FECODE, les fascina exigir garantías laborales y marchar por asuntos que a ellos como sindicato no les compete (como la exigencia de que el gobierno Duque implemente los acuerdos con las FARC o que inicie negociaciones con el ELN), así mismo predomina entre sus dirigentes la pantomima del pedido de más plata para la educación cosa que francamente es un auténtico absurdo teniendo en cuenta que lo que necesita ese sistema educativo que ellos gobiernan -lo que más necesita ahora- son reformas, reformas a las que ellos se oponen casi unánimemente por cierto.
Mienten descaradamente cuando dicen que existe una relación directa entre la cantidad de dinero recibida por la educación y la calidad de la misma, especialmente porque mejores instalaciones no significan ni de lejos lo mismo que personal mejor cualificado que es lo que verdaderamente necesitamos. Y es que este personal no es que no exista, es que simplemente no hay plazas suficientes para estos debido a la mala costumbre de ciertos docentes de aferrarse a su lugar pese a su acumulación descarada de pensiones. Además., ¿no resulta curioso que los mejores profesores se encuentren dando clases en colegios privados por curiosamente no pasar el exámen de Estado? Me permito cuestionar públicamente ese examen al haber verificado que el mismo no es garantía de mejores y mayores competencias pedagógicas.
Ojalá se apartaran los profesores de sus pretensiones políticas con el fin de hacer honor a su fundamental rol social, el de educar los jóvenes para el respeto de la ley (No de la autoridad per se) y en pro de un pensamiento crítico consistente que constituye una labor de carácter esencial en toda sociedad regida por la razón y el derecho, no obstante, ni siquiera parcialmente han podido los docentes de este país cumplir con tal designio.
Urge pues una reforma al sistema que favorezca verdaderamente a los mejor cualificados y estimule a los que hoy hacen sus funciones de manera admirable, así mismo, que asegure de que los recursos invertidos realmente vayan a parar a obras que beneficien al estudiantado y a la sociedad en general, por eso sí vale la pena hacer todos los paros que se requieran y solo así se empezará a superar esa mediocridad que parece enquistada en ese sistema burocrático, rígido y francamente, sin el menor ápice de razonabilidad. Por: