El baúl de los recuerdos

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 Hacía casi 8 años que Raúl no bajaba al sótano. El olor a moho siempre le pareció repugnante y fue su excusa para evadir la insistencia de Luisa de organizar aquel piso bajo. Cuando abrió la puerta para bajar las 13 escalas, frunció la nariz y sintió un extraña opresión en el pecho. Bajó con cuidado. Todo el tiempo se sintió escoltado, no acompañado, por la mujer con la que convivía hace 15 años. 

El calor del  verano era insoportable, señal directa de un cambio climático irreversible. A Raúl le pareció que la temperatura alta concentraba aún más el aroma añejo que salía desde las cajas que estaban apiladas en un caótico desorden en el piso de aquella pequeña habitación. Se preguntó la razón por la que había evitado tanto tiempo volver a ese oscuro sótano. Cuando estaba a punto de responderse, encontró el interruptor y prendió el bombillo pelado que iluminó tenuemente el silencioso sótano. 

Lo primero que vio Raúl fueron las ocho cajas, las tres sillas rotas, algunos libros, las dos bicicletas oxidadas y el pequeño baúl que estaban en el piso. Todo estaba cubierto de polvo y lleno de telarañas. Lo segundo, la cara inquisidora de Luisa, que parada a la izquierda suya, paneó con rabia la habitación de lado a lado. Lo tercero, las sombras que se proyectaban por todas partes y que ocultaban algunas carpetas con papeles olvidados en el piso. Para él, todo en aquella habitación, excepto el pequeño baúl, estaba en la categoría de “cosas viejas, reunidas en el tiempo, posiblemente útiles y valiosas, pero fácilmente botables”. Para ella, no había más que basura y un baúl que nunca había visto”. 

– “Qué hay en ese baúl?”, preguntó Luisa. 
–  “Solo recuerdos que ya no importan”, respondió Raúl.

– “Has dedicado tu vida a acumular cosas que no valen la pena”, repuntó ella mientras subía las escalas para salir. Y desde la puerta, agregó: “Pide un camión y manda a botar todo esto, hasta tus recuerdos inútiles”. 

–  “De acuerdo. Lo haré mañana a primera hora. Que se lleven todas estas cajas…”. Y después de una pausa, mientras ponía el candado en la puerta, agregó: “Todo menos el baúl. Los recuerdos allí guardados son contigo, y algún día  podríamos necesitarlos”. 

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