El exrector de la U. Nacional Moisés Wasserman habla de su libro ‘La educación en Colombia’.
El reconocido académico y columnista de EL TIEMPO Moisés Wasserman acaba de lanzar su libro ‘La educación en Colombia’, ya en librerías.
Moisés Wasserman, antes de sentarse a escribir, se preguntó si a alguien le podría interesar un libro que hable sobre la educación en Colombia. Incluso se preguntó a sí mismo si a él le interesaría leerlo. Y la respuesta fue un “sí rotundo”. ¿Por qué? Porque sin duda la educación es una de las condiciones que más fuertemente determinan las características de una sociedad, explica Wasserman en su libro ‘La educación en Colombia’. Y señala que incluso hay quienes dicen que la educación es la característica que hace humanas a las sociedades.
“En gran medida somos lo que nuestro pasado educativo nos ha permitido ser, y vemos esperanzados un futuro, basados en gran medida en la forma como vayamos a educar a nuestros jóvenes”, escribe el exrector de la Universidad Nacional, académico y uno de los pensadores más importantes y escuchados hoy en el país.
Entonces sí, sí es importante hablar de educación, pensarla, repensarla, escribirla y reescribirla. Entendiendo la educación nos entendemos a nosotros como sociedad y, a su vez, nos podemos escribir hacia el futuro.
¿Qué tanto cree que Colombia esté dispuesta a revolucionar su sistema educativo?
Una de las características más grande del conocimiento en este momento es la obsolescencia rápida. Creo que la obsolescencia nunca había sido tan rápida, tanto del conocimiento como de la información. Eso quiere decir que una educación que enseña unas técnicas o que enseña alguna información se vuelve obsoleta muy rápidamente. Entonces es muy posible que la educación tenga que ir en la dirección de una formación más fundamental. Quién sabe qué nombre tendrá la ingeniería del futuro, nombres raros y combinaciones diferentes, pero no hay duda de que esa ingeniería va a necesitar matemáticas, física, conceptos fundamentales.La educación seguro migrará hacia lo fundamental, lo básico, y hacia entrenamientos específicos en técnicas y tecnologías.
Por ejemplo, en Colombia se está haciendo una campaña muy fuerte de formar programadores, pero ¿eso qué significa? Si se les enseña a trabajar con ciertos software, pues ese conocimiento va a estar vigente durante dos años en el mejor de los casos. El programador no tiene que aprender a usar el software, tiene que aprender lógica, matemática, códigos… el conocimiento que le permita adaptarse a cualquier tipo de software y de programación y recibirlos nuevos e incluso renovarlos e inventarse unos nuevos. Esa es un poco la tendencia. Muchos de los futurólogos dicen que la persona que está estudiando hoy en día en la universidad va a cambiar cinco veces de oficio en su vida. No de trabajo, sino de oficio. Cómo prepara uno para oficios que aún no existen y cómo preparar a alguien que va a cambiar cinco veces en la vida. La única forma es darle una gran capacidad de adaptación.
Y creo que en eso radica esa tendencia y creo que nosotros estamos entrando tímidamente en esa corriente, pero tenemos que entrar más enérgicamente en esa tendencia de una preparación para un mundo en el que el conocimiento se vuelve obsoleto rápidamente. Las personas tendrán que aprender a responder y no a repetir.
Empresas en el Silicon Valley como Google y otras empezaron a contratar a sus empleados no por la cantidad de títulos que tengan sino que evalúan directamente sus habilidades, pero eso pone a temblar a las universidades…
Hay que tener cuidado con eso. Un buen sistema educativo tratará de que los títulos que entreguen tengan sentido. Y sí, Silicon Valley contrata, no a todos, de esa forma, pero si uno ve la mayoría de los empleados y sus hojas de vida, pues encuentra que tienen doctorados en Harvard y en todas esas universidades. En lo que sí se fijan es en la capacidad de investigar, de resolver problemas. Los títulos de posgrado lo que deben dar, en mi opinión, es capacidad para resolver problemas complejos. Entre más alto el título pues más complejos son los problemas que la persona debe ser capaz de resolver. Y eso va a cambiar de formas y de matices, pero eso no se puede reemplazar con un curso virtual. De modo que no le tengo miedo a que las universidades desaparezcan. Habrá personas que se formen de una forma distinta a otras. La clave está en formarse en la capacidad de abordar problemas y resolverlos.
Es una cuestión también de que el sistema educativo se adapte…
Sí, indudablemente. Si vamos a seguir ofreciendo maestrías y doctorados escolásticos seguramente serán buenos para algunos académicos que se reúnan en foros a discutir, pero si queremos es tener un impacto en la sociedad, en el mundo, etc., la formación tiene que ser muy dinámica.
Tenemos problemas en la educación media, la cobertura es baja, la calidad no es la mejor
Lo que percibo en su libro en general sobre la educación es que no estamos tan mal como se cree, pero que son varias cosas las que se deben mejorar…
Claro, por eso hay un capítulo que se llama ‘El vaso medio lleno’ y otro que se llama ‘El vaso medio vacío’. Y va un poco en la dirección que acabamos de comentar. Es decir, se debe reconocer lo que se ha hecho porque los números son absolutamente fuertes y contundentes en evidenciar que lo que se ha hecho en el último medio siglo es apreciable. Uno no puede negar que haber disminuido el analfabetismo a un 5 por ciento cuando empezamos el siglo XX con 70 – 80 por ciento de la población analfabeta es un gran logro. O haber llegado a una cobertura gratuita en educación básica cercana al 100 por ciento es algo que indudablemente es importante.
Y, ¿Cuál es el vaso medio vacío?
Tenemos problemas muy serios de calidad, de cobertura en la edad temprana que es casi que una novedad en el sistema –hace apenas unos pocos años, en el 2006, descubrimos que la educación en edad temprana era importante–. Tenemos problemas en la educación media, la cobertura es baja, la calidad no es la mejor, la diversidad de las ofertas tampoco es suficiente. Entonces tenemos sobre todo problemas muy serios de equidad en la calidad del servicio que se está ofreciendo a distintos grupos sociales, diferencias entre lo urbano y lo rural y ni mencionar en comparación con lo rural disperso; entre lo público y lo privado; una diferencia gigante entre grupos étnicos, géneros. Mejor dicho, la inequidad es posiblemente el problema más grande que habrá que resolver. Por otro lado, la educación es el mejor instrumento que tenemos para resolver ese problema.
Es como un círculo…
Sí, necesitamos una buena educación sobre todo para los que menos posibilidades tienen para mejorar sus oportunidades, para generar movilidad social y una sociedad más justa.
Pareciera como si el sistema educativo avanzara muy lento…
Las universidades son instituciones altamente conservadoras a pesar de que se piensa lo contrario. Y eso ha hecho que muchas cosas avancen mucho más lentamente de lo que podrían avanzar. Pero por otro lado también ha hecho que se cometan menos equivocaciones. Y creo que es una combinación de las dos cosas. El cambio por el cambio no es necesariamente positivo, hay que mirarlo con cuidado, con cautela, experimentar. Por eso posiblemente los cambios pasan más lento.
Si usted compara la universidad de hace mil años con la que hay hoy en día, pues son muy diferentes, pero aún hoy se mantienen muchas cosas en común. Entonces es un proceso lento pero seguro. Hoy en día las universidades abren nuevos horizontes, nuevas posibilidades, hay tecnologías diferentes, revolucionarias, hay acceso a la información, y la mayor revolución de todas creo que es la democratización de la educación.
¿Por qué lo dice?
Hasta hace apenas cien años la educación era para una élite muy pequeña y hoy no es así. En los inicios de la historia, las personas que sabían escribir eran una minoría muy pequeña en la sociedad. Hoy en día, en muchos países del mundo el estándar es ser universitario. Es decir, casi que todos los ciudadanos han pasado por la universidad. Y Colombia también va por ese camino. Cuando yo estudiaba en la Universidad Nacional, la cobertura de estudiantes universitarios en el país era del 4 por ciento. Es decir, solamente el 4 por ciento de estudiantes de mi edad estudiábamos en la universidad.
Hoy en día la cifra es entre el 52 y el 53 por ciento. Es un proceso muy fuerte de democratización de la educación. En este caso de la educación superior. En el caso de la educación básica es aún mayor, los indicadores están por los lados del 100 por ciento.
Esa revolución de democratizar la educación aún continúa haciendo esfuerzos, pero principalmente en la educación superior.
Sí, la educación básica la tenemos casi que totalmente cubierta. Pero hay dos extremos: un extremo es el de la educación temprana (0 a 5 años) que descubrimos hace poco que forma parte de la educación. Los primeros programas se crearon en el 2006. Parece increíble, pero es así. La cobertura ahora es baja, del 25 o 26 por ciento. Y la aspiración que tenemos es llegar a una cobertura total. En el otro extremo está la educación media, que tiene una cobertura que aún está lejos de ser satisfactoria porque está por encima del 50 por ciento, pero el ideal es lograr una cobertura total de los jóvenes que tienen entre 15 y 18 años, en décimo y undécimo.
Esa fase de la educación debería ser mucho más diversa. Y también la educación superior. Estamos poco por encima del 50 por ciento, mejor de lo que estábamos indudablemente. Y las propuestas que hay en el país es buscar el 80 por ciento, que es el estándar de la Ocde. En los últimos años no hemos estacionado e incluso hemos disminuido en lugar de continuar con la curva de aumento con la que veníamos.
¿Cómo ve la irrupción de la tecnología en la educación debido a la pandemia?
La tecnología es y va a ser un instrumento supremamente importante en la educación. Lo que se demostró en la pandemia es que es necesaria y por otro lado es que no estamos preparados para ella. Hay una diferencia muy grande entre las posibilidades de acceso a la tecnología de acuerdo con el nivel socioeconómico de los estudiantes. Y eso lo que generó es que la inequidad de la que hablaba, la brecha entre los más ricos y menos ricos, en lugar de cerrarse en esta pandemia, se aumentó por carencia de conectividad, de equipos. Pero no solamente por eso. Los maestros no están preparados para la educación virtual. No todos, por supuesto, pero en general el sistema no está preparado para una verdadera educación virtual.
Lo que se vio en muchos casos eran clases normales dictadas por Zoom, y eso no es educación virtual. Hay algunas universidades que han avanzado fuertemente en eso, posiblemente algunos colegios. Usan plataformas sumamente sofisticadas con muchísimas posibilidades como mecanismos interactivos para las tareas, un sistema de seguimiento a tiempo real del progreso de los estudiantes. En fin, es algo mucho más complejo que pararse frente a una cámara y dictar una clase, ni qué hablar de aquellos que estuvieron recibiendo sus tareas por WhatsApp. Vi el caso de una niña que se trepaba a un árbol para coger señal.
¿Qué diría que es lo principal que demostró la pandemia, aparte de la inequidad?
Que hay un potencial enorme en la tecnología para acelerar y aumentar la capacidad educativa; por otro lado, mostró los problemas que tenemos para lograr esa capacidad. Ahora, también se han hecho estudios que señalan que la tecnología es importante, pero no lo es todo porque no puede reemplazar la relación maestro estudiante, ni la relación estudiante con estudiante, que es muy importante y cada vez más importante. Es decir, el maestro y los compañeros siguen siendo sumamente importantes en el proceso educativo. Lo digo un poco para advertir a aquellos que creen que solo comprando unos equipos y unos programas y software resuelven todos los problemas de la educación, eso no es así.
Es cuestión de entender que la tecnología es solo una herramienta.
Es una herramienta poderosísima, y sería absurdo negarlo. Unos señalan problemas como el exceso de pantallas para los niños. Pero pues como en cualquier actividad humana hay problemas. Pero, sin duda, es una herramienta con un potencial inmenso.
Ahora más que nunca, con el acceso que se tiene a la información en internet, formar en criterio es más importante…
Eso es sumamente importante. Uno de los productos de esta tecnología creciente es la avalancha de la información, pero esa avalancha es muchas veces incorrecta, mala y peligrosa. Y ese es otro tema importante que hay que abordar en la educación y es que el estudiante tiene que formarse en la capacidad de discriminar la información: la buena de la mala, de la que es de verdad y la que es mentira, de la que es rigurosa y de la que es superficial. Y eso es un proceso educativo importante también. Muchos se quejan de que se lee menos. No estoy seguro de que sea así. Pero incluso la tecnología ofrece la posibilidad de leer muchísimo más. Hace disponible una cantidad de material que de otra forma sería supremamente difícil de tener en cualquier lugar. Una buena biblioteca es costosa y seguramente no en todas las escuelas se pueda tener. Pero con un buen computador y buena conexión a internet disponen de bibliotecas extraordinarias.
Por: Simón Granja Matías – El Tiempo