El lánguido final de los partidos políticos, ¿y ahora qué?

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En menos de una semana se plegaron al presidente de izquierda casi todos los partidos del centro y de la derecha. Petro podrá gobernar…y muchas de las personas que votaron contra Petro se quedaron en el aire.

Por: razonpublica * – Para saber en serio lo que pasa en Colombia – Daniela Garzón

Triste balance  

Una semana después de conocer los resultados de las elecciones presidenciales, el panorama para los partidos políticos que han dominado la escena electoral durante los últimos veinte años es, cuando menos, triste.

Los que han entrado a la coalición de gobierno de Gustavo Petro lo han hecho sin demoras, sin mayores exigencias públicas, casi que rogando que “por favor no les quiten sus cuotas” y los tengan en cuenta para la repartición del gabinete. Aunque la crisis de los partidos políticos es algo que se ha diagnosticado casi desde el mismo momento de su creación, en Colombia hoy esa crisis es quizás más palpable que nunca.

Desde el “deshielo”, como nombra Francisco Gutiérrez Sanín esa etapa de la historia política colombiana en la que las dos siglas partidistas importantes, el Partido Liberal y el Conservador, implosionaron para dejar de elegir presidentes de sus estirpes y dieron paso a “nuevas etiquetas partidistas”, el panorama bipartidista cambió drásticamente para dar paso al multipartidismo de hoy, en el que han sido especialmente protagonistas los partidos que surgieron alrededor de Álvaro Uribe.

Partidos que no eligen

Pero este multipartidismo hoy entra en una nueva etapa, porque los dos candidatos presidenciales que se disputaron la segunda vuelta llegaron allí sin el apoyo de ninguno de los partidos políticos, y más bien hablando mal de ellos.

En la coalición del Pacto Histórico apenas entró la Unión Patriótica, lo que quedó del Polo Democrático después de su escisión con Dignidad, el partido de Jorge Enrique Robledo, y el MAIS, uno de los partidos indígenas.

Por el lado de Hernández no hubo nunca algún partido con trayectoria, y su campaña se basó en renegar de los “políticos corruptos” que conforman esos partidos. Aunque algunos partidos como el Conservador manifestaron su simpatía y apoyo al candidato, en realidad ninguno se adhirió formalmente a la campaña. Solo lo hicieron esos que (igual que la UP) se encontraron su personería jurídica en una sentencia judicial y no tienen hoy representación en el Congreso: el Nuevo Liberalismo, Salvación Nacional y el partido de Ingrid Betancourt, Verde Oxígeno, que sí tiene representación por haber entrado en la coalición Centro Esperanza, pero que hoy está de espaldas a esa coalición.

¿Quién tendrá la habilidad para agregar sus demandas y convertirlas en potencial electoral? Es una pregunta que se contestará en los próximos años.

Los partidos políticos fracasaron estrepitosamente en las presidenciales porque ninguno pudo manifestar su apoyo formal a los candidatos, y aún el partido de gobierno, el Centro Democrático, se quedó sin candidato después de una elección dudosa y tuvo que hacer campaña en silencio pues el apoyo de Uribe probablemente restaba más de lo que sumaba.

Golpeados en el Congreso

Ahora bien, eso no significa que los partidos políticos hayan perdido su vocación de poder, sino que se han concentrado especialmente en el Congreso de la República, donde saben que tienen margen de maniobra sea cual sea el presidente electo. En el Senado quedaron repartidos así:

PartidoCurules 2022Curules 2018
Coalición Pacto Histórico20
Conservador1514
Liberal1414
Centro Democrático1319
Coalición Centro Esperanza – Alianza Verde139
Cambio Radical1116
La U1014
Comunes55
Mira- Colombia Justa Libres43 cada uno
AICO11
MAIS11
Decentes3
Polo Democrático5

 El éxito de la coalición de izquierda del Pacto Histórico significó una pérdida considerable para los partidos de derecha y centro derecha. Mientras que hace cuatro años el Centro Democrático, Cambio Radical, Liberal, Conservador y de la U sumaban 77 curules, el 71% de la cámara alta, hoy estos mismos partidos tiene apenas 63 curules, el 58%.

Aunque siguen siendo mayoría, dos de ellos, Cambio Radical y Liberal, no hicieron parte de la coalición de gobierno de Duque. Sin embargo, todos estaban apoyando de una u otra forma a Federico Gutiérrez, lo cual también implica una pérdida estruendosa, pues consiguieron apenas el 23% de los votos en la primera vuelta.

Del ahogado, el sombrero

Ahora bien, siendo Gustavo Petro un político de izquierda que ha levantado tantos recelos y miedos, el panorama que se ha visto esta semana es sorprendente y revela bien el pragmatismo de algunos de estos partidos.

Esta es la paradoja: Petro y Márquez tuvieron que buscar votos hasta debajo de las piedras, mover a su gente en departamentos históricamente abstencionistas como Chocó o Guajira, y andar de correría en las tres semanas que separaron la primera de la segunda vuelta para conseguir una ventaja de apenas 700,000 votos. Pero en cuestión de días y sin demasiadas vueltas, el gobierno entrante armó la nueva mayoría oficialista en el Congreso.

Durante la última semana los liberales y los conservadores han manifestado su intención de ser parte de su bancada de gobierno, mientras que la U ya anunció que no será oposición.

Ninguno de estos partidos participó directamente de la segunda vuelta, y frente al escenario actual, puede decirse con seguridad que esperaron a que ganara cualquiera sin mover mucho su maquinaria (léase líderes, transportes, refrigerios, eventos de campaña etc.) para después no perder ni un instante en las negociaciones con el presidente electo.

La idea de un “gran acuerdo nacional”, que ha sido la bandera de Petro desde la última semana de campaña, es la mampara perfecta para que entre cualquiera que quiera hacerlo.

En este sentido, aunque para Petro y el Pacto Histórico sea beneficioso entrar con una aplanadora parlamentaria, lo que muestra que partidos como el Conservador manifiesten que apoyarán las “reformas del partido de gobierno” sin mayores condiciones es que la crisis ideológica de los partidos de derecha está tocando fondo, y que, ante la ausencia de un líder como Uribe y la inexistencia de las FARC, en los demás partidos cercanos al orden, la tradición y la familia no hay ni el menor atisbo de una agenda programática. Y que van a arañar lo que puedan.

A pesar de que en el papel Petro entra con mayorías y sin dificultades de gobernabilidad, la verdadera prueba de fuego será el paso de reformas espinosas como la tributaria, esa de la que los expertos dicen que debe ser “estructural” y que nunca ha sido así porque poner a tributar a los ricos no es sencillo y siempre acaban pagando los que no tienen cómo pagar el lobby.

Hace falta ver quiénes son los principales electores del conservatismo, de Cambio Radical o de la U para comprobar este hecho:

  • en el conservatismo son Nadya Blel, heredera del parapolítico Vicente Blel Saad, concentrados en mantener su dominio electoral en Bolívar, Carlos Andrés Trujillo, el nuevo y desconocido barón electoral antioqueño que maneja la alcaldía de Itagüí a su antojo;
  • en Cambio Radical siguen siendo los Char, pero con ánimos diezmados porque si en un departamento ha ganado terreno Petro ha sido en Atlántico y tendrán que enfrentarse al Pacto en las regionales el otro año,
  • y en la U son Norma Hurtado, que hace parte del clan de Dilian Francisca Toro, y José David Name, que rema para mantener el poder electoral que su padre, José Name, construyó hace décadas.

Probablemente a los lectores ninguno le suene, no recuerde un solo debate o aparición en medios de los enlistados, porque su único interés es su reelección.

Ante ese escenario, la oposición será muy pobre, con apenas los 13 senadores del Centro Democrático y quizás los 4 de la coalición Mira-Justa Libres. Una bancada de 17 personas, encabezada por Miguel Uribe y María Fernanda Cabal.

Y los votantes ¿qué?

Pero el electorado de derecha sigue ahí, está en esos 10’550.000 votos que obtuvo Rodolfo Hernández, en las zonas andinas, los Santanderes y los llanos que le votaron con entusiasmo, que viven del café, del petróleo, que son menos pobres que el Pacífico y la Costa pero que también tienen muchos problemas por resolver. ¿Quién tendrá la habilidad para agregar sus demandas y convertirlas en potencial electoral? Es una pregunta que se contestará en los próximos años.

Por lo pronto, la manifestación en bandada en favor de Gustavo Petro lo deja huérfanos, y aunque el apetito burocrático por supuesto hace parte de los objetivos legítimos de los partidos políticos, cuando estos se reducen a ello y a ser fábricas de avales pierden absolutamente la vocación de ser operadores políticos capaces de ser el puente entre la ciudadanía y el Estado, y como muestran sus cifras, poco a poco se pierde su capacidad electoral.

A pesar de que en el papel Petro entra con mayorías y sin dificultades de gobernabilidad, la verdadera prueba de fuego será el paso de reformas espinosas como la tributaria, esa de la que los expertos dicen que debe ser “estructural” y que nunca ha sido así porque poner a tributar a los ricos no es sencillo y siempre acaban pagando los que no tienen cómo pagar el lobby. Los políticos no son tontos y menos cuando les toca cuidar sus propios intereses y los de sus financiadores.

En todo caso, la política no es un oficio de ideas solamente, pero se torna deprimente cuando se limita a la repartición del presupuesto, y la democracia mejora muy poco cuando los partidos políticos se vuelven etiquetas que cambian cada cuatro años de nombre, porque se los reemplaza por ismos: uribismo, petrismo, rodolfismo.

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