El psicólogo Frederic Luskin profundiza sobre cómo estar en paz en tiempos de reflexión.
En la bahía de San Francisco, California (Estados Unidos), donde vive Frederic Luskin, hay una mujer que atrapó su atención de una forma inesperada.
“A ella le mataron a su hija y le fue muy difícil perdonar eso, pero lo hizo”, cuenta el respetado psicólogo estadounidense que además prosigue su relato narrando cómo le impacta la actitud de esta madre: “Ella hace unos adhesivos que se pegan en los carros, en los que puede leerse: ‘El perdón es dejar toda esperanza por un mejor pasado’”.
Para Luskin esa frase encierra tanta sabiduría porque, es cierto, lo que importa es el ahora. “Es todo lo que tenemos y el pasado no lo podemos cambiar”, recalca este doctor en consejería y psicología y director de Proyectos de Perdón, de la Universidad de Standford, donde en los últimos 25 años se ha dedicado a enseñar sobre la felicidad, además de investigar cómo reaccionan la mente y el cuerpo frente a actos de bondad como el perdón. Víctimas de la violencia en Irlanda del Norte y Sierra Leona han hecho parte de sus investigaciones.
Invitado por la Universidad EAN, en su Semana Internacional, al experto le extraña que, donde quiera que va, le pregunten: ‘¿Y por qué se necesita una clase para ser feliz?’.
“Con tanta violencia y sufrimiento que hay, además de la falta de amabilidad entre unos y otros, he visto que sí se requiere más capacitación para ser lo suficientemente feliz en nuestra propia vida y para no ser mala gente con los demás”, dice en conversación con EL TIEMPO este autor de libros como Perdonar es sanar, Sin estrés de una vez y Perdonar para amar: el ingrediente que falta para una relación saludable y feliz.
Vestido de jeans, tenis, camiseta y con el pelo un tanto desordenado, este estudioso del tema insiste en que la gente simple es la más feliz y así mismo transmite su mensaje sobre el perdón para que llegue a todos, con simplicidad, pero marcada contundencia.
¿Cómo se puede advertir que alguien en realidad es feliz?
Si usted es feliz, usted no quiere que nadie sufra, incluyéndose usted mismo. Está cómodo con su propio cuerpo y piel, se ama y ama a los demás, aprecia lo que es y lo que tiene y no envidia a otros. Una persona así nunca o casi nunca participaría en algo cruel, sino que forma parte de los que siempre piden misericordia por los demás o por ellos mismos. Gente así crea un ambiente de más amor.
¿Qué es perdonar?
Es dejar ir, dejar de pelear. La paz del perdón viene cuando las personas pueden hablar de lo que les hizo daño sin juzgar ni culpar. Cuando no se logra, los odios, rencores y ofensas se perpetúan.
Lo que se requiere es que cada quien supere esos episodios, que no se enfoque en el pasado, sino en construir un mejor presente. Muchas veces la gente no sabe lo que es perdonar y cree que es disculparse, condonar o volver de nuevo a una relación tóxica que tenía.
No, hasta allá no. Perdonar es vivir con paz en su corazón, en su vida y en su alma.
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¿Por qué el perdón es una forma de autocuidado?
Porque perdonar es una decisión personal de estar en paz y que se convierte en un hábito al practicarla una y otra vez. Es cierto, no entiendo cómo y por qué pasan tantas cosas malas, pero sí puedo estar en paz conmigo aquí y no regurgitaré sufrimiento a toda hora.
Es entender que la paz no es solo externa, sino que una parte tiene que suceder dentro de mi corazón, de mi alma y de mi cerebro. El perdón no necesariamente cura toda la violencia de un país, pero lo que sí hace es que las personas que lo practican encuentren paz interior.
¿Se puede distinguir una persona que perdona de la que no?
La diferencia es tan notoria en la manera como se comportan y lo que hacen a diario. Cuando usted perdona, notará cómo cambia su sentido de vida, siente que sí puede manejarla aun cuando pase por cosas duras y tendrá también cierta esperanza de seguir. Cuando no es así, la persona es más frágil y asustadiza, no resuelve y tampoco deja ir lo que no le sirve.
Es entender que la paz no es solo externa, sino que una parte tiene que suceder dentro de mi corazón, de mi alma y de mi cerebro
¿Físicamente cómo afecta mantener sentimientos negativos?
Se tienen altos niveles de estrés. La ira y la molestia hacia otras personas o situaciones recarga el organismo de muchos químicos que están todo el tiempo provocando reacciones y se estará generando un estrés constante.
Le parecerá que vivir en ese estado es lo normal, pero puede ser su más grande costo. El odio y otros sentimientos negativos como la amargura afectan el cerebro y hacen que no se tomen buenas decisiones y se distorsione la forma como uno piensa.
¿Y cuál es el costo emocional de no perdonar?
El principal costo es que se siente desesperanza y también se disminuye la autoconfianza y la capacidad de creer en los demás. Baja la autoestima y las relaciones interpersonales se afectan si no se superan ese tipo de resentimientos.
Quien se la pasa recordando que alguien le hizo daño o lo malo que le sucedió es probable que viva con el temor de que esa situación le vuelva a pasar.
Entonces el odio tiene un alto costo para la salud…
Sí, si alguien sentía que la rabia lo mantenía seguro, es cierto, por un tiempo puede ser protectora, pero después ya no sirve. Hemos hecho investigaciones sobre el perdón real en personas con dolor crónico y encontramos que el malestar mental hace que el malestar físico empeore.
Y vimos que quienes perdonaron es como si hubieran tomado un calmante, las señales de su dolor emocional y físico bajaron, la presión arterial disminuyó y el estrés desaparecía.
¿Qué separa a los más felices de los menos felices?
La sencillez. Los más felices, créanlo o no, se levantan cada mañana y se dicen: ‘¡Voy a ser feliz!’, priorizan su felicidad, ante todo. Si usted la prioriza no se pondrá tenso cuando otros no hacen lo que usted quiere, le hablará a la gente en lugar de alegar o pelear y, naturalmente, perdonará más. Una de las grandes dificultades del ser humano son los otros seres humanos. Somos complicados y la vida es muy corta para estar emproblemados.
¿Cómo liberarse del odio y del resentimiento?
Cuando se practican estos cuatro pasos: Primero, reconozca y sea agradecido con lo que usted tiene. En los momentos en que se haya sentido agraviado preste atención a cuando ha estado bien y feliz.
Es tener en cuenta esas pequeñas cosas para lograr un equilibrio emocional. Segundo, cálmese, aprenda a relajarse. Respirar con más conciencia es un buen ejercicio. Se trata de quitar la atención de lo que lo está haciendo sentirse mal.
Tercero, recuerde que todo pasa, hasta lo más malo. Cuarto: deje de quejarse tanto, cambie la historia de verse a sí mismo como una víctima y evite pensamientos como: ‘Pobre de mí que me tratan tan mal’ y ¿yo qué he hecho para que me hagan daño o me pase esto?’.
Y si alguien no se siente listo para perdonar…
No hay que forzar a perdonar a quien ha vivido una situación muy difícil o que está traumatizado a raíz de la misma. Es más viable y sirve más si se normaliza el perdón en la vida diaria, cuando están a nuestro alcance libros, bibliotecas sobre el tema y en el vocabulario cotidiano existe la opción de perdonar. Así será mucho más fácil que nazca esa intención en cada persona.
Recuerde que todo pasa, hasta lo más malo
¿Por qué lleva una imagen de Jesús en su pantalla del celular?
Yo soy judío y me gusta el mensaje de perdón que enseñó Jesús. Recuerdo especialmente una de las palabras que dijo en la cruz: ‘Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen’. No soy cristiano pero estas palabras son para mí un maravilloso recordatorio desde que empecé a enseñar sobre el perdón. Cómo alguien como Jesús, que fue maltratado y asesinado de esa manera tan cruel, pudo comportarse como lo hizo y perdonar a quienes cometieron un acto de esa naturaleza.
Esa es una de sus grandes enseñanzas…
Sí, si Jesús perdonó faltas tan grandes, uno puede ser capaz de perdonar cosas más simples. Por eso, si alguien es mala persona con usted, déjelo pasar; si el perro ensució su alfombra, déjelo pasar. Podemos empezar por las pequeñas cosas.
Usted se interesó en el poder del perdón a raíz de una pelea con un gran amigo…
Sí, sucedió hace muchos años, yo tenía un amigo muy cercano que me traicionó y me sentí mal por mucho tiempo. Esto afectó mi vida, mi relación con mi esposa y mi familia porque me volví amargado, me di cuenta de que no podía perdonar y tenía que hacer algo.
Años después nos vimos, lo perdoné y volvimos a ser grandes amigos. Es como si nada hubiera pasado y me di cuenta de que las personas cometemos errores y que esa es la naturaleza de la vida. La cuestión es no quedarse en el resentimiento ni en la amargura.
Compártanos una práctica para aprender a perdonar…
En lugar de quejarse, traiga a la mente un momento o experiencia en el que usted se haya sentido muy bien y cuénteselo a alguien cercano. El cerebro humano tiene un sesgo negativo y ve lo malo en todas partes y se pierde de lo bueno. Parte del perdón es entrenarse para ver lo bueno, para mantener el balance. El problema, al menos en la investigación que hemos hecho en Estados Unidos, es que entre el 75 y 80 por ciento de los estadounidenses se la pasan quejándose. Yo no sé cómo será en Colombia…
Por: Flor Nadyne Millán Muñoz – Periódico El Tiempo