El pulso por la vacuna

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  • Los esperanzadores avances científicos
  • Un debate con múltiples implicaciones

La carrera científica, sanitaria y geopolítica por encontrar una vacuna que frene la pandemia de Covid-19, el virus que tras ser detectado en China a finales de diciembre pasado ya ha causado casi 800 mil muertes en todo el planeta, entró en la recta final. Decenas de proyectos de investigación en busca de una cura a este coronavirus están llegando a su etapa más culminante, lo que crea un halo de esperanza mundial sobre la posibilidad de neutralizar la emergencia global más grave de las últimas décadas. De hecho, ya hay cinco de esos procesos en la parte final de la fase III, es decir aquel en donde se hacen pruebas abiertas con grupos significativos de población para confirmar no solo la efectividad de la potencial vacuna sino los periodos de inmunidad que puede producir, cómo reacciona ante las diferentes cepas de un virus muy mutante, cuál es su comportamiento en las distintas etapas de la enfermedad y su cuadro sintomático así como si produce algún tipo de efecto colateral negativo…

Sin embargo, ese marco de esperanza y optimismo se ha visto cruzado por distintos tipos de polémicas, a cual más complicadas. Por ejemplo, la semana pasada Rusia anunció a nivel mundial que había terminado todo el proceso de desarrollo de una vacuna que catalogó de muy efectiva e incluso bautizó con el nombre de “Sputnik V”. El sábado ya dijo haber comenzado la producción en línea del primer lote, reiterando que inicialmente se distribuirá a nivel interno y luego se enviará a más de veinte países que encargaron más de mil millones de dosis. Sin embargo, tanto desde la Organización Mundial de la Salud como desde gobiernos, farmacéuticas y nodos científicos de Europa, Estados Unidos y Asia hay muchas dudas respecto a la verdadera eficacia y bioseguridad del medicamento desarrollado por el Centro de Investigación de Epidemiología y Microbiología Nikolai Gamaleya, en asociación con el Ministerio de Defensa ruso. La principal falencia se debe a que no hay seguridad de que dicha vacuna haya completado totalmente la fase III de pruebas, por lo que podría presentar un riesgo de salud para quienes la reciban o que su efectividad no sea la esperada.

Vista esa incertidumbre, lo más prudente, según muchos gobiernos y científicos, es esperar los avances de los otros proyectos de investigación de fase III. Las farmacéuticas Moderna y Pfizer indicaron que es apenas cuestión de semanas para que culminen esta última etapa y hasta el momento los resultados son muy positivos. En China también hay dos frentes de investigación en esta misma instancia. Sin embargo, la mayoría de las esperanzas está puesta en el proyecto de vacuna que adelantan la Universidad de Oxford y el laboratorio AstraZeneca. Se calcula, incluso, que en septiembre terminaría el proceso y se podría dar luz verde para el inicio de la producción masiva.

Un segundo frente de polémica alrededor del tema de las vacunas tiene que ver con si, una vez descubierto, el medicamento se distribuirá gratuitamente en todo el planeta, como un bien público universal, o si entrará en el circuito comercial farmacéutico, es decir que será cobrado y estará sujeto al mecanismo de la oferta y la demanda. Es más, hay un debate creciente respecto al precio mismo de la eventual cura y si serán los gobiernos o cada persona en particular los que deban sufragar su costo. Una discusión que implica muchos aspectos, desde los éticos, pasando por los científicos y comerciales, para terminar en los pulsos geopolíticos.

Otro frente de polémica es el referido a los mecanismos de distribución de la vacuna y sus escalas de priorización. Es claro que países como Estados Unidos y otros europeos y asiáticos han invertido varios miles de millones de dólares en apoyar los proyectos de investigación de las universidades, laboratorios privados y principales farmacéuticas. Una financiación atada a distintos acuerdos para el suministro preferencial de grandes volúmenes del medicamento una vez esté comprobada su eficacia. En la otra orilla están los gobiernos e instancias, con la ONU a la cabeza, que consideran que la distribución de la vacuna debe ser igualitaria para todo el planeta, privilegiando no las nacionalidades ni el potencial económico, sino la mayor o menor cantidad de riesgo epidemiológico de cada país, en qué etapa de la evolución de la pandemia se encuentra y el porcentaje de personas en peligro de infectarse, ya sea por su trabajo, edad o comorbilidades.

Como se ve, el debate alrededor de la vacuna contra el Covid-19 tiene múltiples e importantes flancos, que deben empezar a despejarse rápidamente, bajo la tesis de que la ciencia ya parece estar cerca de descifrar a este enemigo global y encontrar la fórmula médica para contrarrestarlo antes de siga cobrando vidas en todo el planeta.

Editorial: El Nuevo Siglo
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