Los que defendemos es el valor social que tiene todo emprendimiento cuando lo que maximizamos no es la riqueza a costa del otro, sino el bienestar para el mayor número de personas posible.
Por Luis Bernardo Vélez- redaccion@elcolombiano.com.co
“Una cosa es hacer negocios y otra es hacer empresa”, sentenció el expresidente de Bancolombia Carlos Raúl Yepes, en medio de la sonada Asamblea Extraordinaria de Sura. Lo cierto es que, más allá de esa “vieja guerra”, dicha diferencia sí tiene mucho sentido en el contexto de una sociedad como la nuestra y frente a los desafíos presentes en las distintas dimensiones del progreso social.
Si bien el objetivo más natural de una empresa es la creación de riqueza, no es el único ni el más importante de ellos. Toda empresa, además de crear eficientemente riqueza, construye valor social. Este valor no es contradictorio a la creación de riqueza, sino que está en la médula misma de toda iniciativa empresarial. Todo esfuerzo encaminado a la creación de una empresa parte de una sensibilidad por las condiciones reales del contexto en el que se invierte dicho esfuerzo. Nadie crea una empresa si antes no ha hecho una lectura de las necesidades y capacidades del entorno en el que pretende impactar. Hacer lo contrario es destinar al fracaso a la empresa y derrochar el capital. Toda empresa es, además, el diseño de un futuro y de una proyección transformadora. No hay empresa sin visión ni misión.
En una sociedad concreta, como la antioqueña o la colombiana, las empresas son parte esencial de su propia historia, pero también de su futuro. Las empresas significan, lejos de una vanidad nacionalista, una inspiradora demostración de aquello de lo que somos capaces de construir, de las oportunidades que le podemos brindar a miles de conciudadanos por medio de un trabajo digno y justo, de la posibilidad de ser protagonistas de la fabricación de un futuro mejor y hasta de llevar a cabo los proyectos vitales y familiares. Esto y mucho más se viene al suelo si la visión de la empresa es el mero negocio, la sola utilidad o ganancia. Y no se trata de recargar a las empresas de funciones sustitutivas de la política, sino de reconocer que en las empresas se producen riquezas cuyo valor es social y humano y no meramente económico.
Medellín necesita, por ejemplo, la estimulación del aparato empresarial y la creación de nuevas empresas innovadoras que nos ayuden a reunir la capacidades económicas y humanas para resolver problemas viejos y, por otro lado, para crear ese presente de oportunidades que hoy está necesitando mucho de esa mentalidad empresarial que defendemos tanto y que nos ha traído hasta acá con todo y errores, pero con la voluntad creativa siempre atenta para vencer los desafíos que se nos presentan.
Pensemos, entonces, que lo que defendemos es el valor social que tiene todo emprendimiento cuando lo que maximizamos no es la riqueza a costa del otro, sino el bienestar para el mayor número de personas posible. Creo que eso es lo que significa la diferencia entre hacer empresa y hacer negocios.