La tasa de desempleo saltó en abril a un nivel sin precedentes, pero la situación real de los trabajadores es bastante peor de lo que muestra este solo indicador.
En abril se destruyó la cuarta parte de los puestos de trabajo que existían en Colombia.
Este es el golpe más duro o la caída del empleo más acelerada en la historia del país desde que se tiene información estadística
Aunque la cuarentena había cubierto apenas la última semana del mes anterior, ya el aumento del desempleo en marzo había sido preocupante. Y aunque las cifras de abril sorprendieron a muchos analistas, en realidad no muestran la verdadera magnitud del problema.
Es lo que paso a explicar en los párrafos siguientes.
Las estadísticas subestiman el problema
La tasa de desempleo para el país en su conjunto saltó a 19,8% a finales de abril, y para las trece áreas metropolitanas llegó a 23,5% (en abril de 2019 estas tasas habían sido 10,3% y 11,1% respectivamente).
Las mediciones que presenta el DANE en general se ajustan a los patrones metodológicos recomendados internacionalmente, pero esta vez esa metodología no mide adecuadamente el fenómeno que pretende medir.
Para los analistas y para quienes toman decisiones de política, lo importante es entender la magnitud del problema laboral. En este caso la magnitud es mucho peor de lo que dice la tasa de desempleo, porque además del aumento en el desempleo hubo una caída drástica en la tasa de participación laboral (más de diez puntos).
Entre abril de 2019 y abril 2020 se perdieron 5,4 millones de puesto de trabajo
Durante el mes de abril (y probablemente mientras dure la cuarentena), muchas personas que perdieron sus empleos y que estaban dispuestas y disponibles para trabajar, no pudieron adelantar ninguna búsqueda de trabajo porque los canales para hacerlo estaban cerrados. Estas personas fueron registradas por el DANE como “económicamente inactivas”, cuando en realidad son una multitud de desempleados disfrazados de no participantes.
Si estos trabajadores se incluyeran en el ejército de desocupados, las tasas de desempleo abierto serían mucho peores. Por ejemplo, si la caída en la participación hubiera sido de ocho puntos, en vez de diez, el desempleo nacional estaría alrededor de 23% (cálculos del autor).
En las 13 áreas metropolitanas la tasa de participación laboral cayó once puntos porcentuales y posiblemente la subestimación del desempleo es igual o superior a la nacional.
El golpe a los asalariados
Cuando la situación del mercado laboral es tan grave como lo es hoy, la discusión sobre la tasa de desempleo deja de ser importante.
Lo importante es notar tener que entre abril de 2019 y abril 2020 se perdieron 5,4 millones de puesto de trabajo –la cuarta parte del empleo total de la economía colombiana-.
Casi la mitad de esa destrucción ocurrió en la industria manufacturera, el comercio y la construcción. Pero todos los sectores perdieron empleos.
La mitad de los empleos perdidos en abril correspondió a los asalariados, lo cual es muy grave porque se trataba de empleos formales, protegidos por la legislación laboral y que cotizan al sistema de seguridad social.
Además de esto, los trabajadores que conservan sus puestos redujeron drásticamente sus horas de trabajo. Según el DANE, el 49% de los que continúan ocupados trabajan menos de 20 horas semanales, cuando en años anteriores esta proporción no pasaba de 20%.
Menos de una tercera parte de los trabajadores colombianos siguen laborando de tiempo completo. Esto representa una caída muy grande en los ingresos familiares, aún para la de aquellos que han tenido la suerte de mantener sus empleos.
El gobierno lanzó el Programa de Apoyo al Empleo Formal (PAEF) consistente en entregar a las firmas que demuestren una caída en su facturación de 20% o más, el equivalente al 40% de un salario mínimo por cada trabajador en la nómina. Sin embargo, este subsidio llega demasiado tarde. El decreto de creación (decreto 639) se publicó en mayo, pero los datos que tenemos muestran que ya en abril se había presentado la debacle del mercado laboral formal.
Aunque la caída del empleo en abril afectó principalmente el empleo asalariado, los trabajadores por cuenta propia y el servicio doméstico también sufrieron de manera sustantiva.
El 19% de los empleos por cuenta propia dejaron de existir en el mes de abril, y la mitad de las empleadas del servicio perdieron su trabajo.
Menos de una tercera parte de los trabajadores colombianos siguen laborando de tiempo completo.
Como se sabe, una parte importante de la informalidad se encuentra entre los trabajadores por cuenta propia que se habrían visto menos afectados que los asalariados. Esto no es sorprendente porque la flexibilidad es una de las pocas ventajas que tiene la informalidad, y esto permite que muchos trabajadores se amolden a las circunstancias. Pero aun entonces, una caída de 19% en el empleo es un golpe muy duro.
Catástrofe
No es exageración: estamos ante una catástrofe laboral para la cual no estábamos preparados.
Como lo había advertido en esta revista, el mercado laboral colombiano venía teniendo problemas desde hace por lo menos cinco años. La capacidad de generación de empleo se había venido reduciendo, y ya en 2019 se habían destruido más puestos de trabajo que los que había creado la economía.
El 2020 comenzó con la misma tendencia, pero la pandemia y la caída de los precios del petróleo nos sumergieron en la peor crisis laboral que hemos vivido, por lo menos en cien años.
En términos de pobreza y deterioro en la distribución del ingreso, las consecuencias de esta debacle van a ser muy graves y de larga duración.
¿Nos falta lo peor?
Es muy difícil responder las preguntas sobre el futuro de la economía en el corto plazo -y más aún, en el mediano o en el largo plazo-, pero tal vez es posible discernir ciertas tendencias.
Primero, la tasa oficial de desempleo para el mes de mayo posiblemente va a ser más alta que la de abril porque:
- El cierre de la economía continuó durante el mes de mayo, agravando los efectos sobre el sector productivo y acarreando una mayor destrucción de empleos.
- Muchas personas que perdieron sus empleos en meses anteriores probablemente ya comenzaron en mayo a buscar trabajo a través de canales informales y van a aparecer ahora como participantes (aumento en la tasa de participación).
Segundo -y como dije-, lo importante no es tanto el nivel del desempleo como la destrucción o creación de empleos que tengamos en los meses por venir. Pero infortunadamente no hay muchas razones para pensar que esto sea pronto. Desde antes de la crisis, la estructura de la economía colombiana no era intensiva en empleo, y en los últimos años estaba destruyendo puestos de trabajo.
No hay razones para pensar que esta estructura se haya modificado.
Tan solo cuando la economía comience a crear empleos nuevos podremos tener alguna esperanza. Posiblemente la informalidad va a aumentar. El empleo informal tiene muchos problemas, pero una de sus pocas ventajas es su flexibilidad y movilidad lo cual, en una crisis como la actual, les facilita a las personas encontrar opciones laborales.
La recuperación en veremos
Además, la economía saldrá de la cuarentena con heridas que tardarán en curarse.
-La demanda interna, que había sido su motor de crecimiento en estos años recientes, va a estar muy debilitada. Los ahorros estarán muy disminuidos, habrá muchas deudas acumuladas, los ingresos se habrán visto seriamente afectados. Posiblemente habrá un aumento en la demanda de servicios personales, pero la de bienes duraderos seguirá estancada por bastante tiempo.
– La inversión privada tampoco ayudará mucho por la debilidad de las empresas que sobrevivan y las expectativas poco optimistas.
– El gobierno no tendrá mucha capacidad para adoptar políticas expansivas de empleo, ni quizás voluntad para aplicar estrategias directas (obras públicas, por ejemplo). Estas políticas y estrategias serían sin embargo necesarias y preferibles -además- a los subsidios directos a los pobres que hasta ahora ha adoptado el presidente Duque. Es mejor usar los recursos para pagar salarios que para dar subsidios.
Después de la pandemia
Además de lo anterior, hay que tener en cuenta que la cuarentena traerá cambios importantes en la forma como se organiza el trabajo y la producción. Muchas empresas han aprendido que el teletrabajo es una forma factible de realizar muchas actividades productivas y que el uso de la informática, la sistematización de procesos y, en no pocos casos, la robotización, mejorarán su productividad y disminuirán los riesgos y los costos de nuevos cierres. Posiblemente muchos empleos se transformarán de manera radical, algunos desaparecerán y surgirán nuevas ocupaciones y actividades productivas. Estas innovaciones tienen muchas ventajas, pero posiblemente tendrán el efecto nocivo en remplazar trabajo de baja y mediana calificación.
Finalmente, cuando pase la crisis, habrá que pensar de veras en políticas laborales de largo plazo. Necesitamos garantizar empleos de calidad para todos los trabajadores, y al mismo tiempo la flexibilidad para adaptarnos a las cambiantes condiciones del futuro.
Esto pasará por adecuar la legislación para que todos los trabajadores tengan los mismos derechos y deberes, por cambios institucionales para cubrir los riesgos asociados con esa nueva organización del trabajo, y por supuesto con un modelo de crecimiento que considere la generación de empleo un objetivo prioritario.