La coronación del rey Carlos III, síntesis de tradición y novedad

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En L’Osservatore Romano, el Cardenal Arzobispo de Westminster y Primado de Inglaterra y Gales se detiene en aspectos de la solemne ceremonia: es una expresión minuciosa y fiel de la fe y la esperanza cristianas.

Vincent Gerard Nichols

Las palabras iniciales de la coronación del rey Carlos III, que tendrá lugar el sábado 6 de mayo en la abadía de Westminster, son muy significativas.

El primero en hablar es un corista, que dice: “Majestad, como hijos del Reino de Dios le damos la bienvenida en nombre del Rey de Reyes”, y el Rey Carlos responde: “En su nombre, y según su ejemplo, no vengo a ser servido, sino a servir”.

La ceremonia que sigue es profundamente cristiana en cada sentimiento y acción, combinando historia e innovación, acción y palabra, música y oración silenciosa.

Me han dicho que en los archivos del Palacio de Lambeth hay registros de coronaciones de reyes y reinas que se remontan al siglo XI. En esas coronaciones hay cuatro elementos constantes: la unción del monarca, la coronación, la entrega de la espada de la justicia y la recepción de la comunión. Todos esos elementos están también presentes en esta coronación, enriquecidos por otros muchos gestos tradicionales, como la entrega del orbe y el cetro, así como de otras galas. Es una ceremonia que expresa la riqueza de la tradición y, por tanto, la continuidad y la estabilidad.

Pero también está llena de novedades, al integrar la tradición con elementos que expresan los cambios de la sociedad británica actual. También se ha dado protagonismo a representantes de otras religiones, concretamente a la entrega de regalos. Se escuchará música coral de nueva composición, cantada en las distintas lenguas de estas islas. Se ha invitado a personas de todas las profesiones y condiciones sociales, así como a líderes de muchas naciones diferentes. Todo el espectro de confesiones cristianas está presente, y algunas tendrán un papel activo. Al final de la ceremonia, antes de abandonar la Abadía de Westminster, el rey será saludado por los líderes religiosos de otras confesiones, que se dirigirán a él como “próximo en la fe” y recibirán a su vez un gesto de reconocimiento por su parte.

La historia de estas tierras está profundamente marcada por nuestra historia religiosa. Hasta el siglo XVI, la coronación era católica. Durante los últimos cuatrocientos años ha sido un servicio de la Iglesia de Inglaterra y sigue siéndolo. Pero esta vez muchos aspectos del acontecimiento reflejan y refuerzan la relación profundamente cambiada entre nuestras dos Iglesias.

Como es bien sabido, el Papa Francisco regaló al Rey Carlos una reliquia de la verdadera Cruz de Cristo. La reliquia fue incrustada en una cruz de plata, que será llevada a la cabeza de la primera procesión el día de la coronación. El Papa estará representado en la coronación por Su Eminencia el Cardenal Parolin, Secretario de Estado, acompañado por el recién nombrado Nuncio Apostólico, Su Excelencia el Arzobispo Maury Buendía. La ceremonia en sí contiene muchas huellas de sus orígenes católicos: el canto del Kyrie, el Veni Sancte Spiritus, el Te Deum y el Gloria, con un arreglo escrito en el siglo XVI por William Byrd para los católicos recusantes. Como cardenal arzobispo de Westminster, fui invitado a participar en la bendición del rey recién coronado, una novedad que representa un paso más en la cicatrización de nuestras antiguas heridas comunes.

Nuestra historia, de hecho, es una historia de división, y esto también es evidente en la coronación actual. Un elemento central de la tradición es el juramento prestado por el rey antes de la unción y la coronación. Lo hace respondiendo a las siguientes preguntas: “¿Harás todo lo que esté en tu poder para mantener al Reino Unido en la religión protestante reformada, tal y como establece la ley? ¿Mantendrás y preservarás inviolable la institución de la Iglesia de Inglaterra, y la doctrina, culto, disciplina y gobierno de la misma, según lo establecido por la ley en Inglaterra?”. A continuación, el rey presta el llamado Accession Declaration Oath.

El Rey Carlos declaró recientemente que presta este juramento como miembro totalmente comprometido y devoto de la Iglesia de Inglaterra. También dijo que, si bien este deber solemne es su deber constitucional, también tiene otros deberes, expresados con menos solemnidad pero igualmente sinceros. Explicó que éstos son el deber de mantener el ejercicio de la libertad religiosa en el Reino Unido y la acogida de personas de otras confesiones religiosas y de todas las confesiones.

Una de las innovaciones más importantes de esta coronación es que el rey reza públicamente, para que todos puedan oírle. Esta oración tiene lugar inmediatamente después del juramento. El rey reza: “Concédeme ser una bendición para todos tus hijos, de todos los credos y convicciones, para que juntos descubramos los caminos de la bondad y seamos guiados por los senderos de la paz, por Jesucristo nuestro Señor. Amén”.

En esta coronación, por tanto, se expresa claramente la complejidad de la vida británica, en su historia, sus tradiciones, sus cambios y transformaciones modernas. Pero es una expresión minuciosa y fiel de la fe y la esperanza cristiana. En su corazón está la oración, desde la oración silenciosa del rey ante el altar mayor en la apertura, colocado allí para dar expresión al deseo del rey Carlos de dejar claro que su primera lealtad es a Dios, hasta la oración pública que recitará, pasando por la unción con el crisma, las bendiciones y la celebración de la Santa Comunión. Los asistentes no tendrán ninguna duda de que la fe y la esperanza cristianas son la base de nuestras vidas.

Me han dicho que, excluido el Estado de la Ciudad del Vaticano, sólo hay otro país en el mundo en el que la toma de posesión del Jefe de Estado tenga lugar en una ceremonia religiosa. Para nosotros, se trata de una antigua tradición que contribuye en gran medida al sentido de identidad y continuidad de esta compleja sociedad moderna y a todo lo que aportamos al mundo en general.

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