La ley antitaurina, ¿otra jugadita congresional?

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Parece que no ha sido suficiente para disuadir y concientizar a los taurómacos, para que dejen tan megalómano placer y se dediquen –como debe ser- a proteger a los animales y a defender la vida, sea cualquiera su forma y hasta su más mínima expresión”.

Autor: Héctor Jaime Guerra León*

Después de varios lustros e ingentes esfuerzos, por parte de amplios sectores de opinión ciudadana y del apoyo ciertamente ejemplar de una buena parte del congreso y, en especial, de las bancadas del Pacto Histórico, entre las que se encuentran, desde luego, los más importantes defensores del medio ambiente y, concretamente, de los animales y, a pesar de la constante oposición que ha tenido el actual gobierno, se ha aprobado el último debate que finalmente necesitaba el proyecto que pretende hacer que una ley de la república prohíba en nuestro país la tauromaquia, actividad que según la Real Academia-RAE, se define como “el arte de lidiar toros, tanto a pie como a caballo”. Sus antecedentes se remontan a la Edad de Bronce” (Wikipedia).

No cabe la más mínima duda que esta es una de las leyes más esperadas por amplios sectores ciudadanos, que no comprendemos como -en pleno siglo XXI- los colombianos aun vivamos aferrados a la práctica de una tradición de las más penosas (por anticuada y cruel) de las costumbres que nos han mantenido atados al pasado; pues -como se ha dicho- data de épocas muy remotas y, por lo tanto, ya son dignas de cambio y de trasformación, pues la sociedad no debe retroceder ni estancarse; por el contrario, debe avanzar y progresar (“la edad de bronce, segunda de las tres etapas de la Edad de los Metales, se desarrolló del año 3.300 a.C. al 1.200 a.C”).

¡Qué triste realidad!, este dato histórico nos permite evidenciar -con toda certidumbre- la incomprensible testarudez que -inexplicablemente- ha embargado a gran parte de la población mundial (por fortuna con significativa tendencia a su extinción en nuestro medio), tratando de mantener vigente e inclusive con mayores asomos de bestialidad y brutalidad, que las antiguas y ancestrales formas de practicar este “arte” por parte de las pasadas civilizaciones. Debe recordarse que –según la prehistoria- el “toreo” se hacía como un castigo no al toro, sino al hombre, que tenía que enfrentarlo, como se dice “mano a mano” y sin la sevicia y las ventajosas trampas que hoy se utilizan en contra de esos indefensos animales. En la antigüedad era para castigar al humano y no para torturar y humillar al animal. Hoy se usa este inhumano espectáculo, no solo para enriquecer a unos pocos, sino para que sus fanáticos gocen, disfruten y satisfagan sus animalescas e irracionales pasiones, pues nada distinto puede suceder cuando, por capricho, orgullo, satisfacción o dinero, un ser vivo (humano) hace que otro ser vivo (animal) sufra todos esos improperios, crueldades y degradaciones que se le hacen a esos pobres animales en las famosas “corridas de toros”, que hoy por fortuna tienden a desaparecer en nuestro país. Los seres humanos volvemos todo un negocio y este sí que es bien jugoso. Muy distinto a como era en la antigüedad.

Con todo y lo que se haya abusado de esta repugnante forma de divertirse, pues no habrá que recordar aquí todo lo que le hacen esos reconocidos “artistas” o toreros al pobre animal, cuando lo someten a esas famosas corridas; parece que no ha sido suficiente para disuadir a los taurómacos, para que dejen tan megalómano placer y se dediquen –como debe ser- a proteger a los animales y a defender la vida, sea cualquiera su forma y hasta su más mínima expresión.

Pero no, ya se anuncian sendas y múltiples demandas, inclusive por parte de congresistas que estuvieron en los debates, que hicieron parte del proceso –en las discusiones y aprobaciones- que así hagan parte de la celosa y férrea oposición que ha tenido este proyecto, como muchos otros del gobierno nacional, deberían entender que fueron vencidos en sana lid y que fueron las mayorías las que democráticamente han decidido empezar a darle fin a tan odiosa practica social y económica. No vaya ser que también, en esta ocasión, quieran darle el “rastrero sablazo o vil estocada”, como lo hacen a los toros, a tan importante, noble y popular iniciativa.

Que no sea, pues, esta otra oportunidad para la implementación de la famosa “jugadita” a las que ya nos tienen acostumbrados algunas bancadas congresionales que, contrario a lo que han prometido hacer, cuando son elegidos, van al congreso a oponerse a los cambios que el pueblo espera, negando leyes (reformas) o maliciosamente haciéndolas con defectos, para que -sino cumplen con sus expectativas e indecorosos intereses- puedan fácilmente tumbar estas decisiones en sede judicial (en los tribunales), por falta de requisitos o insuficiente rigor procedimental.

Eso sí sería una de las peores “JUGADITAS” que se le pueda hacer a todo el país y, en especial, a todas las multitudes de ciudadanos que han esperado -por décadas- la extinción definitiva de estas penosas “costumbres”, en donde los humanos se divierten y se enriquecen (algunos), mientras ven sufrir hasta la muerte a estos nobles seres vivos, los toros.

¡Dios proteja a Colombia!

*Abogado. Especialista en Planeación de la Participación y el Desarrollo Comunitario; en Derecho Constitucional y Normas Penales. Magíster en Gobierno.

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