Por: Raquel Nogueira – ethic
Desde que el pasado año el Ministerio de Igualdad empezase a redactar el borrador de la ‘Ley para la igualdad real y efectiva de las personas trans‘ se han sucedido los debates. Sus detractores critican con especial voracidad conceptos que no son nuevos, como la despatologización –avalada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) desde 2018– o la autodeterminación de género. Sin embargo, otros aspectos se dejan ver por primera vez, como la inclusión de menores y extranjeros trans en la ley. Para el colectivo, esta polémica fagocitada por las redes sociales supone una persecución constante que está elevando el debate al discurso del odio. La diputada del PSOE en la Asamblea de Madrid Carla Delgado Gómez (Tenerife, 1959) y actriz, más conocida como Carla Antonelli, sabe de primera mano lo que es vivir bajo el foco de una sociedad que juzga al diferente. Es firme: «No puede ser que 50.000 personas se hayan convertido en una cuestión de Estado».
El 8M está a la vuelta de la esquina. Con el feminismo dividido como parece y la amenaza de una cuarta ola del coronavirus, ¿cómo se prevé esa jornada reivindicativa?
El 8M es el día de todas las mujeres: las blancas, las negras, las empobrecidas, las racializadas, las mujeres trans… Lo dijo Angela Davis cuando vino a La Casa Encendida. Ese es el 8M en el que creo y defiendo. El movimiento feminista nos invitó a participar en él a las mujeres trans en los años 90, y nos recibió con los brazos abiertos para que formáramos parte de él –a mí me ocupó el honor y el orgullo de llevar la pancarta de cabecera–. Con referencia a la división del feminismo, quiero decir que es un discurso falaz: no es verdadero, pero se quiere hacer parecer que está dividido con una estrategia infantil con la que se pretende hablar en nombre de y arropándose en unas siglas que son demasiado grandes y pesadas para que algunas personas las lleven en sus espaldas. El feminismo es inclusión, es transversal, es la lucha de la emancipación de la mujer a lo largo de toda la historia. El feminismo viene a decir que somos algo más que un útero, que las mujeres no estamos predestinadas para traer hijos al mundo y atender a los maridos, sino que somos exactamente igual que los hombres, que debemos tener la misma igualdad de oportunidades, y que no debe existir ningún tipo de brecha ni desigualdad. El feminismo no es una élite de una mesa camilla de salón: las grandes feministas de la historia ya lo han estado remarcado continuamente. El feminismo no son centenares de un batallón de cuentas troll que se dedican a acosar a otras mujeres, sería una contradicción si fuera misógino. No tenemos que irnos mucho atrás en el tiempo para ver que hubo una época en la que las mujeres blancas pensaban que las mujeres negras no tenían espacio dentro del feminismo. Recordemos también que no hace tanto un grupo de mujeres heterosexuales defendían que las mujeres lesbianas no tenían cabida.
«El 8M es el día de todas las mujeres: las blancas, las negras, las empobrecidas, las racializadas y las trans»
Los mensajes que las mujeres trans estáis recibiendo tanto en la calle como en algunas instituciones, como la Asamblea de Madrid, ¿es machismo o transfobia?
Recordemos nuestra propia historia para no volver a repetirla: las mujeres, evidentemente, somos todas, a pesar de que ese diputado de Vox de la Asamblea piense que quien habla aquí no lo es y por eso lo trata en masculino. Esto que sucedió en la Asamblea no es machismo específicamente. La invisibilización que se hace de todas nosotras, las mujeres, en nuestros cargos específicos cuando se nos dice «señora presidente» es la invisibilización de la mujer y de sus avances, pero cuando alguien se dirige a una mujer hablando de «el representante» ya no es machismo, eso se llama transfobia.
¿Puede el feminismo ser tránsfobo?
Es una contradicción. El feminismo no puede ser excluyente, ni negacionista de otras mujeres, ni blanco, ni elitista… Es la defensa de los derechos de todas las mujeres. Todas. Si una persona piensa que el feminismo es solamente para un tipo específico de mujeres se ha equivocado de definición. Eso tiene otro nombre que hemos sufrido a lo largo de la historia de la humanidad: la imposición de los criterios únicos. A mí nadie me da el carnet de feminista, como yo no se lo puedo dar a nadie: una persona lo es si defiende y ha defendido toda su vida los derechos de la mujer. Yo lo hice con el derecho a la interrupción voluntaria del embarazo sin poder abortar, como lo hice con la ley de igualdad y el matrimonio igualitario siendo una mujer binaria y heterosexual. Porque no hace falta ser algo concreto para defender la causa. En todas aquellas cuestiones que sean de derechos humanos y de principios ahí estaré, siempre las defenderé.
Las mujeres racializadas son especialmente vulnerables, y dentro del colectivo trans aún más. ¿Cómo darles voz?
Hay miles de maneras de sentir y de pensar, porque somos siete mil millones de cabezas pensantes y cada una lo hace de una forma distinta. Somos así de maravillosos y diversos, y precisamente por eso se producen estos grandes encontronazos, pero nuestras diferencias nos tienen que enriquecer. Por eso tenemos que visibilizar, no invisibilizar, porque ese sí es el gran borrado del que se está hablando. El gran borrado es decir que las mujeres trans no existimos, y el resto son falacias inventadas. Es bastante preocupante que, de pronto, un grupo minoritario de 50.000 personas en este país –que lo hemos tenido muy mal históricamente y que hemos hecho lo que hemos podido para agarrarnos a un madero en medio de un océano de intolerancia– nos hayan convertido en un peligro. Por si fuera poco, parece que ya no somos solo un peligro para todas las mujeres, también para la seguridad jurídica de los 47 millones de españoles. Esto es una barbaridad y un acoso indecente hacia un colectivo estigmatizado y discriminado y con unas tasas de paro elevadísimas. Decía una compañera en redes: «Si esto es lo que le ha pasado a una compañera en la Asamblea, imaginaos lo que nos está pasando a nosotras, las personas trans, en las calles».
¿Cuál es la situación del colectivo trans en la calle, fuera de las redes?
Las agresiones, los insultos y las vejaciones se han multiplicado exponencialmente desde hace un año y medio. Vimos cómo a Eva le esperaban a la puerta de su casa en Barcelona, al chico en Toledo al que le dijeron «a ver si pegas como un chico o como una chica», al niño trans que agredieron en Pamplona… nos están apaleando e insultando. No miren para otro lado. Esas personas que nos están acosando e impulsando un discurso de odio, elevando la singularidad a la globalidad, son responsables y corresponsables. Las palabras no son solo palabras, también son armas que se disparan con resultados imprevisibles. Y esto que está sucediendo es intolerable: no puede ser que un colectivo de 50.000 personas se haya convertido en una cuestión de Estado. Las personas trans lo somos en estos momentos, y lo dice una alguien de 61 años que jamás en la vida pensó que esto pudiera suceder en el 2021. De pronto nos hemos convertido en pedófilas, en abusadoras sexuales, en posibles irrumpidoras de cuartos de baño para no sé qué oscuras intenciones… Es vergonzoso, pero lo es aún más que alguien que lo diga también se proclame feminista. No. Feministas son Amparo Rubiales, Carmen Baños, Carmen Cerdeira, Angela Davis, Rebecca Solnit… lo otro solo son tesis de mesa camilla, té y salón. La realidad está en la calle y no detrás de un ordenador, planificando campañas de acoso y derribo a personas trans.
¿Cómo frenar estas campañas de odio?
Información contra la desinformación. Los apoyos en estos momentos son fundamentales. Hay feministas con mayúscula que están apareciendo y que están dando la cara por nosotras y nosotros. Desgraciadamente, en este discurso han desaparecido los hombres trans, el ataque es frontal y misógino: solo va contra las mujeres trans. Por eso, gracias, Elvira Lindo, Sandra Sabatés, Natalia Junquera… y a todas las que nos apoyan, porque juntas somos más. Somos absolutamente invencibles. Paremos esta sinrazón porque la historia y la razón están de nuestro lado. Dentro de unos años, quienes ahora atacan sentirán inmensa vergüenza y dirán que nunca estuvieron y que siempre nos defendieron, cuando de pronto se han inventado nuevas palabras para definirnos. Es como en el libro Los hombres me explican cosas: qué sentido tiene que una persona no trans venga a explicarme a mí qué es ser trans. En este país no se ha utilizado jamás la palabra transgénero, ni transgender: en los 70 y los 80 nos llamaban travestis, luego fuimos transexuales, y después se ha utilizado trans para englobar a todo el conjunto. Ahora pretenden categorizarnos, una manera de crear un sistema de castas con más o menos derechos. No. Ni una sola persona trans sin derechos, ya seas binaria o no binaria. En la Asamblea de Madrid, también, por parte del grupo parlamentario de la extrema derecha, hay continuas burlas y vejaciones. Hace poco tuve que hacer uso de la palabra para protestar contra la señora Alicia Rubio, que se burló y vejó a las personas trans no binarias, de la misma manera que lo hice con el señor Calabuig. Nos hemos hartado: es un vaso que está casi lleno y cada gota está a punto de hacer que se desborde. Cuando haya una muerte o un suicidio parece que será cuando nos echaremos las manos a la cabeza y se dirá que nadie tuvo la culpa. Pero yo digo que sí: tuvieron la culpa quienes iniciaron esta campaña.
El borrador de la ley trans tiene muchos defensores, pero también algunos detractores. ¿Se ha sabido comunicar el verdadero objetivo de esta ley?
Las explicaciones siempre son buenas y necesarias, pero mucho me temo que aquí estamos hablando situaciones de enfrentamiento, de espacio, de cuotas de poder y de algo que está muy alejado de la realidad y de los fundamentos de los derechos fundamentales del colectivo. El borrador y el corazón que palpita en él –y que más falsa polémica ha levantado– es el derecho a la libre autodeterminación, la despatologización y la inclusión de los menores y de las personas extranjeras. Sin embargo, se trata de un texto que ha sido extraído de forma literal de una proposición de ley del Partido Socialista que redactaron la diputada y jueza Lola Galopar y la que está hablando aquí. Lo conozco demasiado bien. Soy diputada en la Asamblea, pero lo mismo que trabajé en la ley de hace 14 años que nos permitió cambiar de nombre y sexo en la partida de nacimiento sin operación genital –imagínate si ese fuera el debate ahora la que estaría montada–, también trabajé en la reforma de esa propia ley. Y eso se registró en febrero de 2017 y hay informes, como el que ha sacado Newtral, de Justicia que lo apoyan. En 2019, como fruto de trabajo y de consenso de todos los partidos políticos, se dio como resultado una ponencia, aunque al día siguiente se disolvieron las Cortes. Y el Ministerio de Igualdad de Irene Montero lo que hizo fue copiar y pegar la propuesta. ¿Cómo va a haber voces que estén en contra de lo que nosotras mismas redactamos? Es una incongruencia. Soy diputada del PSOE y estoy defendiendo con puntos y comas todo aquello que ha emanado de las conferencias políticas de mi partido y que está en su programa electoral, es decir, despatologización y autodeterminación. También es lo que defiende mi presidente de Gobierno, Pedro Sánchez, que concurrió a las elecciones y lo dijo en el discurso de investidura… Y como defiendo a mi Gobierno, del que forma parte el Ministerio de Igualdad, también de la misma manera lo hago con la ministra Irene Montero, su ministerio y el borrador. Quien haya cambiado de opinión y se haya movido de los principios estatutarios que tenemos en este partido tendrá que dar sus explicaciones. Yo estoy donde he estado siempre.
«El ‘gran borrado’ es decir que las mujeres trans no existimos»
¿Qué significa exactamente el «derecho a la libre determinación de la identidad de género»? ¿Cómo va a cambiar la vida de las mujeres y hombres trans?
¿Qué nos supuso a las mujeres dejar de depender de las tutelas de los padres, de las familias o del marido? ¿Y poder abortar libremente? Emancipación, no tener que depender de jueces, ni de criterios, ni de psiquiatras. ¿Qué pasó antes de que nos permitieran votar? Se decía que estábamos locas, que éramos histéricas. No es ni más ni menos que eso. La autodeterminación significa que nadie nos tiene que decir quiénes somos o quiénes dejamos de ser. Hasta hace 15 o 20 años yo misma decía que no era una enfermedad, sino una patología… pero, mira, hace 40 años creía en Dios, y hace dos décadas simplemente intentaba torear con la OMS. Sencillamente, es el derecho a ser. Y el efecto más gráfico sobre lo que supone es lo mismo que supuso para la lucha de la liberación de la mujer dejar de depender de la firma de padres, maridos o hijos incluso para salir de los pueblos, o la libertad sobre nuestros cuerpos y poder interrumpir el embarazo.
Con el borrador de la ley trans se «despatologiza la transexualidad», como viene pidiendo la OMS desde 2018. ¿Cómo se traduce en la vida de un o una joven trans?
Ya no hace falta un informe psiquiátrico que determine si realmente estás diciendo la verdad o no, si estás loca o no, o tienes ese trastorno. Pero eso no quiere decir que el tratamiento hormonal vaya a ser algo libre, como si la farmacia fuese un dispensario de hormonas: tiene que haber una prescripción médica, evidentemente, como cuando te tomas un antibiótico. En cuanto al acompañamiento psicológico, la ley deja perfectamente claro que ya no es una obligación. Todas aquellas personas que sientan una desazón –que no suele emanar por ser quien tú eres, sino que viene provocada por la presión social–podrá solicitarlo. La ansiedad o la depresión vienen porque te están señalando. Las personas trans sabemos demasiado bien lo que es ir por la calle y que se produzca un silencio a tu paso, que te griten, que te insulten, que murmuren… Esas son las presiones, y no que tú tengas una desazón por ser quien eres. Tú pones a un niño o a una niña trans con unos padres con fundamento en una isla desierta y va a crecer sin ningún problema. Los problemas vienen cuando otros niños le insultan o le pegan como en Pamplona, o cuando le bajan los pantaloncitos para ver si tiene pene o vagina, como ocurrió después de la infame campaña del autobús de Hazte Oír. Ese es el problema. El acompañamiento psicológico tiene que estar ahí para cuando sea necesario, pero no como una imposición. Esa es la despatologización. A los niños hay que acompañarlos, y a los mayores también cuando soliciten ayuda, pero lo mismo que tú. Si no tienes problemas, ¿vas al psiquiatra todas las semanas? Entonces, ¿por qué tenemos que ir nosotras?
Alguna crítica dice que la ley favorecerá a las farmacéuticas.
Justamente lo que se está diciendo es lo contrario: es la no obligatoriedad de los tratamientos. Hay personas que no quieren tratamientos hormonales o hacen un cambio hasta donde lo estimen, se hacen una operación quirúrgica, se quitan el pecho si son chicos trans, se lo ponen si son chicas… pero no toman hormonas. La despatologización es esa: el acompañamiento cuando se necesite, no la imposición. Pero no hay un libre dispensario de hormonas. Otra cosa que también se dice es que si ya no es una enfermedad, ya no te atiende la sanidad pública. Pero, que yo sepa, hasta el momento, el embarazo no es una enfermedad, ni la menopausia, ni otras tantas cosas, pero cuando toca el tema trans ya tienen que dejar de atendernos. La alternativa es decir que estamos disparatadas de la cabeza… Disparatadas podemos estar en este último año por el acoso.
Ese acoso constante tiene que ser bastante duro.
A mí no me cuestiona mi identidad ahora mismo ni san Pedro, pero me duele. He llorado muchísimo por las niñas y los niños que están creciendo insultados y vejados. Se les va a dejar una huella para toda su puta vida. Lo que se está haciendo es indecente. Piensan que están detrás de un ordenador jugando a un juego de rol o hablando de teorías. Pero no, somos miles de personas y estamos luchando por estar en todos los espacios, en las universidades como catedráticas, como dependientas, como farmacéuticas, como políticas… Para llegar a donde se nos ha negado. Volvemos a la lucha histórica de la mujer: la primera mujer conductora de autobús, la primera que bajó a una mina, la primera que pudo estudiar… y todavía sigue habiendo primeras. No es por falta de capacidad ni porque seamos tontas, pero al final ahí tienes a la primera vicepresidenta de Estados Unidos, senadoras, diputadas, altos cargos… Ni más ni menos que la jefa nacional de salud de todo Estados Unidos a cargo de la covid [Marcella Nunez-Smith], para dolor de muelas del negacionismo, es mujer. También tenemos a una vicepresidenta del Gobierno de Bélgica trans, Petra de Sutter. Esa es la realidad. Estamos aquí, siempre estuvimos y, además, no nos vamos a ir. No nos tumbó el fascismo, no nos tumbó el franquismo, no nos tumbaron las palizas en la comisaría, no nos van a tumbar una nube de cuentas troll ridículas y absurdas.
¿Se está volviendo loco el mundo con el anonimato de las redes?
Me he hecho famosa porque bloqueo a los trolls y me dicen que no pueden ejercitar lo que llaman su «derecho a acosarme». Me parto de la risa: ya reclamamos hasta el derecho a poder ejercitar el odio. ¿Nos hemos vuelto locas? Es una cuestión de que no eres ni nada ni nadie si no destacas. El secreto de todo lo que estamos hablando se basa en esa máxima que dice «tú crea un problema donde no existe, lidéralo y, luego, vive de él». Si no, ¿quién estaría hablando de las cabecillas de toda esta polémica? ¿Quién estaría hablando de Ángeles Álvarez, que firmó el documento de la ponencia del congreso de 2019 sobre la despatologización y autodeterminación y ahora es la cabecilla del borrado?
«Navegamos hacia una sociedad en la que no se perpetúen los roles de género»
Como Ángeles Álvarez o Carmen Calvo, algunas personas han hablado de ese borrado de las mujeres como supuesta consecuencia la proposición de ley. ¿Es legítimo el miedo a que se deje de prestar atención a la discriminación por razón de sexo (biológico)?
¿Os falta algún brazo o alguna pierna desde que habéis entrado en mi casa? No sé, al final me está entrando un complejo de ser como Ereaser… Las mentiras tienen las patas muy cortas. Hace 9 años, Argentina promulgó una ley que fue la reforma de la propia ley española de 2007 y es exactamente en lo que nos inspiramos aquí en España y que ahora es el corazón del borrador criticado. Y no ha pasado absolutamente nada: nadie ha borrado a nadie, ni nadie ha entrado al cuarto de baño a violar a nadie. Hace 14 años –cuando me tuve que poner en huelga de hambre contra mi propio Gobierno–, también se dijo que íbamos a invadir los baños, los gimnasios, las cárceles… No ha pasado nada. Pasó lo mismo con el matrimonio igualitario y las adopciones: se dijo que los gais querían niños para abusar sexualmente de ellos. Desgraciadamente, la pedofilia y los abusos sexuales por parte de familiares y progenitores es demasiado común. Por suerte, ningún gay ha violado a su hijo como por desgraciada sí ha ocurrido con heterosexuales. ¿Os imagináis la que se hubiese liado si hubiese habido un caso? No lo hubiese soportado el colectivo ni la propia ley. Pero es que, además, tenemos derecho a ser imperfectos, porque como somos seres humanos, pueden suceder esas cosas. Pero por una, digamos, situación de vulneración de la ley, ¿derogamos una norma al completo? Si derogáramos cualquier ley porque se ha hecho mal uso de ella no habría legislación vigente en este país que se mantuviera en pie. Para eso mismo está el Código Penal y el uso del derecho y de la ley, para que si hay un matrimonio de conveniencia para adquirir la nacionalidad española se persiga, pero no se prohíban todos los matrimonios entre españoles y extranjeros.
¿Por qué ha aparecido de pronto este alarmismo?
Un alarmismo que se da en casos hiperbólicos, además. Lo hablaba con Pepa Bueno el otro día: hay quien dice que los maltratadores, violadores y asesinos de mujeres van a acogerse a la ley trans y cambiar de sexo para que no se les pueda aplicar la ley de violencia de género y hay gente que se ha tragado el anzuelo. En la ley de 2007 se estipuló que todos los compromisos jurídicos contraídos con anterioridad se mantienen, para bien y para mal. Si te está buscando la Interpol, vas a terminar en el talego. Y si hay una herencia millonaria con un castillo en Gales, lo vas a heredar. Y eso lo contempla el borrador actual que, además, de forma redundante –porque no era necesario ponerlo–, añade: «y concretamente los casos de violencia de género». Quiere decir que nadie que pegue, mate o viole a una mujer se puede cambiar de sexo al día siguiente.
¿Cómo es el proceso de cambio de sexo registral?
No es un proceso en el que entras por una puerta y sales por otra. Esa es otra mentira. El juez del Registro Civil tiene que ir a tu pueblo si no eres del lugar donde vives, tiene que haber una resolución, tiene que volver, tiene que haber una autorización… Cuando ya ha pasado más de un mes, tienes un papel con el que vas a la comisaría. Allí, desde el Ministerio del Interior, tienen que cambiar todos los datos, pero se mantiene el mismo número de DNI. Mi número es el mismo que me dieron cuando tenía 16 años, lo que se cambió registralmente en el 2007 fue nombre y sexo en la partida de nacimiento. Y, además, traslado del folio registral original. Es decir, el viejo se dobló y se guardó, ya no existe. Tengo una partida de nacimiento a la que solamente puedo acceder yo y la común.
Simone de Beauvoir escribía allá por 1949 en ‘El segundo sexo’ que «no se nace mujer, se llegar a serlo». Se empezaba así a distinguir entre el sexo biológico y el género como construcción social.
Ahora hay quien dice que no lo dijo por eso, sino que estaba en contra de los hombres afeminados… Parece que se está reescribiendo la historia.
¿Qué hay de ese miedo a que el borrador de ley perpetúe el género como sistema de opresión?
Ese es el mejor chiste que han contado en todo este proceso. Todo el mundo quiere abolir el género, y tarde o temprano navegamos hacia una sociedad en la que no se perpetúen los roles de género. Pero, curiosamente, el género lo queremos abolir de golpe y porrazo justamente cuando se trata de garantizar los derechos de las personas trans. El primer día que salió todo aquello, yo que tengo hemeroteca para dar y tomar, saqué el vídeo de María Teresa Fernández de la Vega en el año 2006 diciendo que España garantizaba y consagraba la identidad de género. Me parece delirante que las personas que están diciendo que hay que abolir el género cuando se trata de la ley trans tienen los roles de género más acentuados que he visto en mi vida. ¿Vas a abolir el género cuando tú eres una foto fija de la máxima representabilidad del rol de género? Sin embargo, para las personas trans es otra historia. Dejen a la gente vivir en paz y no nos convirtamos en las tías Lidias, porque poco a poco esto se va pareciendo a El cuento de la criada. Hay personas que se van pareciendo demasiado a lo que denuncian.
«Las palabras también son armas que se disparan con resultados absolutamente imprevisibles»
Un estudio de la FELGTB asegura que más del 80% de las personas trans están excluidas del mercado laboral, de las cuales el 75% son mujeres. ¿Cómo ayudará la nueva ley a la inclusión laboral del colectivo?
Imaginemos un país, una nación, un Estado donde el 80% de su población estuviera en paro: no existe ni podrá existir porque antes habría habido un levantamiento civil. Las guerras mundiales empezaron por los elevados índices de paro y el descontento social general. Así empezó la búsqueda de culpables, que acabaron siendo los extranjeros, los judíos, los homosexuales, los transexuales, los discapacitados, los gitanos… No existiría un país que soportara lo que está soportando el colectivo, y la ley lo que busca es la inclusión.
El lunes pasado tuvo que recordarle a Mariano Calabuig, diputado de Vox, esa conocida frase de Pedro Zerolo: «en su modelo de sociedad no quepo yo, en el mío sí cabe usted». ¿Estamos más cerca de esa sociedad inclusiva con la que soñaba él o la creciente polarización la hace imposible?
No quiero dejar de creer en la empatía. Sigue existiendo y esta pandemia nos lo ha demostrado, sacando lo mejor y lo peor de nosotros. No quiero perder la confianza en el ser humano, porque el día en que lo hagamos lo habremos perdido todo. Creo sí, por supuesto, en una sociedad incluyente en la que tengamos cabida todas y todos, en la que las diferencias nos enriquezcan, nos hagan mejores. Las sociedades excluyentes que apartan, niegan o exterminan las diferencias siempre han sido pobres, vacías y no han progresado. La riqueza de la diversidad multicultural nos ha hecho mejores. Esa es la sociedad en la que creo, aunque algunos crean que no tenemos cabida en la suya.