Reflexiones desde Rectoría
Mahatma Gandhi decía que: “Amor y verdad son dos cosas de Dios. La verdad es el fin y el amor es el camino”. Esta frase debería ser para todos fuente de inspiración, aún en medio de la natural controversia que existe entre los seres humanos. Nadie puede pretender que seamos iguales y que el unanimismo impere, por encima de la conciencia y las creencias individuales.
Lo que sí es inaceptable es que la verdad sea tergiversada para servir como mecanismo de engaño a la opinión pública. A veces estamos rodeados de mentirosos redomados, que amparados en la supuesta representación de colectivos, asumen vocerías falsas para ganar beneficios individuales o para imponer a la fuerza sus ideologías e intereses particulares.
Por convicción y formación siempre he defendido los derechos humanos y la libertad de pensamiento y expresión, pero también en aras de ese modo de vida ético y moral, he aprendido a defender con decoro mis convicciones y a representar con honor las dignidades que la vida me ha dado. Nunca he sabido ser un convidado de piedra para actuar con prontitud en los momentos en que las circunstancias lo requieren.
La diplomacia meliflua, llena de falsos sentimientos y posturas, solo sirve para mantener de forma momentánea la rigurosidad de las acciones, pero al final todo se devela y aparece de manera abrupta la cruda realidad. Por eso es tan importante defender la verdad, sean cual sean sus consecuencias. Una mentira pone en duda mil verdades.
Cuando los ciudadanos somos respetuosos de las leyes y del debido proceso, estamos ejerciendo el respeto a los derechos humanos, muy al contrario de aquellos que tanto los pregonan y reclaman, pero a la vez los pisotean recurriendo a la injuria y la calumnia, las armas preferidas por quienes han hecho de la manipulación su táctica preferida.
Agazapados en el anonimato, en el carácter masivo de las redes sociales y en los mensajes de correo que abusivamente utilizan para regar sus infundios, arrasan con la honra de las personas y creen que eso los engrandece. Con oportunismo tratan de aparecer en la escena pública para hacer el daño y luego se esconden en las cloacas donde suelen habitar. A veces con infantiles memes que pretenden ofender al adversario, escritos con pésima redacción y peor ortografía, consideran que están aplicando una excelente estrategia para diezmar a los que han graduado como enemigos.
El Politécnico Colombiano Jaime Isaza Cadavid está por encima de todo. Su solidez académica, administrativa y económica, es un esfuerzo diario de muchas personas que quieren de verdad a la Institución y que no tratan de ponerla en la picota pública, buscando siempre alcanzar triunfos infames a consta de su prestigio. La reputación y el cariño que se ha granjeado a los largo de su historia, son su mayor patrimonio. Miles de egresados que con orgullo llevan el sello Poli, contribuyen con su profesionalismo y decencia, al progreso de la sociedad. Ese es nuestro mayor orgullo.
Quienes hemos elegido ser educadores por vocación, tenemos que enseñar ante todo con el ejemplo de vida y con la verdad, que es lo único que nos hará hombres y mujeres libres. En la memoria de nuestros alumnos solo quedará la coherencia entre lo que decimos y lo que hacemos. Quienes no son maestros por vocación, sino por ocasión, seguramente seguirán convirtiendo la cátedra en un adoctrinamiento abusivo, creyendo equivocadamente que la juventud de hoy traga entero y que no tiene capacidad de raciocinio. ¡Que alejados de la realidad están!
Nadie que tenga buenas intenciones y deseos de acertar en su misión, tiene que eludir la verdad. Me uno a esa frase de la cultura popular que dice: “A mí me gusta que me digan la verdad… Yo veré si duele o no.”
Libardo Álvarez Lopera
Rector