Más peligrosos que jóvenes inconformes, son los políticos corrupto
Los peligrosos son los políticos corruptos, los oportunistas, los populistas, no los jóvenes.
Los peligrosos son los que mienten y abusan del poder en cualquier nivel y desde cualquier orilla, para conservar sus privilegios mal habidos.
Los peligrosos son todos los mafiosos, incluidos los de cuello blanco, dedicados al aprovechamiento de las rentas ilegales.
Los peligrosos son los que destruyen el medioambiente.
Más peligrosos que los jóvenes que protestan, son aquellos que los manipulan para convertirlos en carne de cañón, incitándolos a comportamientos violentos, así como aquellos que generalizan los desafueros de unos pocos para extender un manto peligrosista a toda la juventud, estimulando el ejercicio de violencia y represión contra ellos.
Los jóvenes son pacíficos y a la inmensa mayoría de los jóvenes de Colombia les repugnan el vandalismo y la violencia. Los jóvenes de Colombia son nobles, talentosos y buenos. Su tolerancia frente a los excesos de fuerza, frente al ejercicio arbitrario del poder y todo lo que huela a corrupción es cero.
Así como hemos dicho que el derecho a la protesta pacífica debe garantizarse con la misma firmeza con la que se debe perseguir a los vándalos y a las organizaciones terroristas que se lucran de cada pretexto para sembrar el caos y generar violencia, también debemos decir que se deben individualizar con nombres, apellidos y rostros a los vándalos para evitar una dañina e injusta generalización frente a todos los jóvenes.
Y la clase dirigente colombiana, en términos generales, no está entendiendo bien a los jóvenes. Los lee a partir de estereotipos absurdos que conducen al abandono de los jóvenes como objetivo central de la formulación y ejecución de las políticas públicas junto a los niños.
Si el poder, en general, no les habla a ellos sino para recriminarlos, si el proceso de formulación de políticas públicas frente a los jóvenes no los involucra y compromete, entonces ¿cómo pretenden que sientan compromiso con las instituciones?
En términos de la atención que se les debe brindar a los jóvenes, uno de los grandes triunfos de la Constitución colombiana quedó consagrado en el segundo inciso del artículo 45, según el cual “El Estado y la sociedad garantizan la participación activa de los jóvenes en los organismos públicos y privados que tengan a cargo la educación, protección y progreso de la juventud”.
Esa visión de participación y confianza en los jóvenes y sus capacidades se impuso a las visiones que trataban de asimilar jóvenes con sicarios y delincuentes en las épocas del cartel de Medellín y que proponían un enfoque represivo. “Es que los jóvenes deben ser atendidos porque son sicarios en potencia”, decían algunos. Error. Es que los jóvenes deben ser atendidos porque son nuestra esperanza, porque tienen capacidades, entusiasmos, ideas, energías y corazones limpios que esta sociedad necesita para su progreso.
Es por todo lo anterior que, en vez de estar satanizándolos a todos por culpa de unos vándalos azuzados por politiqueros populistas, o envenenados por grupos violentos, o reclutados por organizaciones terroristas, la dirigencia nacional debería preocuparse por abrirles a los jóvenes los espacios efectivos que indica la Constitución, por implementar programas masivos contundentes en favor de ellos y por entender lo que está pasando por la mente y el corazón de los jóvenes y las causas estructurales de su inconformidad frente al manejo de los poderes en Colombia.
Según las tendencias demográficas y políticas, los jóvenes serán determinantes en la elección de 2022. Los alcances de su participación y sus decisiones electorales dependerán de la capacidad de los sectores políticos de interpretarlos y plantearles soluciones a sus problemas y alas a sus sueños. Ojo. No es un tema menor. Aquí está en juego el futuro de Colombia.