¿Un policía “solidario”? Dura lex, sed lex

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Suponga que usted se pone su tapabocas, va al supermercado, compra sus cosas y cuando regresa a su casa encuentra a unos extraños instalados con colchones y maletas en la sala. ¿Qué hace? Los invita a que se retiren, y si no lo hacen llama a la Policía. Llega la Policía y uno de los agentes le dice a usted que lo lamenta, pero que él no va a hacer nada para ayudarlo, que le da pesar con esas personas, que se las arregle como pueda. Después el agente mira hacia la cámara del celular de un vecino que salió a grabar todo, y dice que él es policía hace 10 años, pero que tiene muy buen corazón y no va a ayudarlo, porque usted tiene medios económicos, como lo demuestran tanto su apartamento como las bolsas de mercado que trae en las manos, mientras que los que están en su sala no.

Entonces el vecino que graba todo llora, para que las personas que vean el video (viralizable) sepan que él también tiene un corazón de oro, y felicita al agente por su accionar. Al día siguiente el video en efecto se viraliza y es acompañado por miles de comentarios de aprobación en las cuentas de las redes sociales donde es compartido: todo el mundo habla allí del heroísmo del policía y de lo ‘mala leche’ que es usted, al intentar sacar a esa pobre gente de su casa. Finalmente, Vicky Dávila lleva al agente de policía a su programa y propone que lo condecoren por lo que hizo.

Por boca del mismo patrullero Zúñiga sabemos que el dueño del lote “tiene una finca”. Qué gran pecado, ¿no?

Supongo que vistas así las cosas, ya a este cuento ustedes no lo consideran tan edificante y rosadito como les pareció el video del patrullero Zúñiga, que se ha viralizado más que el propio covid-19, porque da la casualidad de que ahora se trata de su apartamento, no del lote de otra persona. Cuando se trata de un inmueble propio, la propiedad privada de repente suele adquirir carácter sagrado, a diferencia de cuando es de un anónimo, al que inmediatamente se le tiende a considerar un personaje perverso, algo así como un villano de película de James Bond.

¿Sabemos acaso quién es el dueño del lote de donde iban a sacar a los invasores del video? No, sólo sabemos, por boca del patrullero Zúñiga, que el tipo “tiene una finca”. Qué gran pecado, ¿no? Pero no sabemos si, suponiendo que en realidad es el dueño, ese señor vendió el lote y debe entregarlo saneado, so pena de perder unas arras millonarias. Ni si lo compró con los ahorros de toda una vida de trabajo para ahora desarrollar un proyecto de construcción. O si simplemente lo heredó y es de él, y no puede darse el lujo de dejar invasores allí, porque después sacarlos le puede llevar media vida y gran parte de su capital.

Por otro lado, los invasores tampoco son buenos per se. No son almitas de Dios por el simple hecho de haber hecho allí cambuches o casas de cartón. En este país hay invasores profesionales y constructores piratas que se aprovechan de gentes humildes, a las que instalan en terrenos que no son suyos, a cambio de dinero o de votos. Gentes humildes cuya mala suerte, en todo caso, no es responsabilidad del dueño de ningún lote, sino del Estado.

Si el tal patrullero Zúñiga fuese en realidad un ‘héroe’, debería rebelarse contra el Estado criminal, corrupto y desidioso al que sirve, en lugar de ponerse en contra de la defensa de los derechos de los ciudadanos que prometió defender. El derecho y el respeto a la propiedad privada están consagrados en la Constitución, y no veo en qué parte está el heroísmo de desconocer eso, máxime si el propio Zúñiga dice que tiene 10 años de ser policía. ¿Qué hizo entonces los otros 9 años, 11 meses y 29 días de servicio? ¿Se negó a cumplir con su deber, como esa especie de Robin Hood colombiano que ahora se jacta de ser, o se comportó siempre como el ogro despreciable que cumple con su deber policivo?

A mí antes que alegría me da muchísima desconfianza saber que estoy en manos de policías que cumplen con su deber dependiendo de sus estados de ánimo, y que además son felicitados y premiados por comportarse de esa manera tan errática. ¿Entró un ladrón a su casa? “Espérenos tranquilo, hoy sí queremos ayudarlo”. O bien: “Lo siento mucho, hoy nos entró remordimiento de conciencia, no queremos atrapar a ningún ratero, pobrecito. Tenemos que colgarle, nos están esperando en La W para hacernos un homenaje por eso”.

Yo la verdad no entiendo cómo pretendemos que este país funcione, si aquí nadie quiere que las leyes se cumplan. Si de hecho todo el mundo ve con buenos ojos que se incumplan, siempre que ese incumplimiento no perjudique el bolsillo propio. Perdónenme, señores, pero yo no compro esa historia lacrimosa y pendeja del patrullero Zúñiga. La ley es dura, pero es la ley.

A otro perro con ese hueso, patrullero Zúñiga. A usted no le pagan por ser Hermanita de la Caridad, sino por ser policía.

Por Pame Rosales – El Unicornio

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