Una decisión estúpida

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Decisión de la Corte es inútil en términos de justicia y dañina en su dimensión política.

Por: María Isabel Rueda

A no ser que, avanzando un poco más en lo que he alcanzado a leer de las 1.554 páginas que tiene la providencia que manda al expresidente Uribe a casa por cárcel, me encuentre con una prueba convincente que justifique haberlo privado de su derecho fundamental a la libertad, creo que la decisión de la Sala de Instrucción de la Corte fue una decisión estúpida.

Lo es, primero, por inútil, en términos de justicia, pero lo es también por dañina, en su dimensión política.

Inútil porque, si del poder de obstruir la justicia se trata, Uribe podría seguir haciéndolo en libertad o confinado en su casa. Pero además, en el estado tan avanzado de la investigación, cuando todos los que son protagonistas ya han dado sus testimonios, que se reproducen completos en las 1.554 páginas de la providencia, a estas alturas, su distorsión es muy difícil. Máxime cuando prácticamente la mayoría de esos testimonios ya habían sido filtrados a los medios. Y aunque obstruir la justicia es una de las causales de una medida preventiva como esta, y es de lo que precisamente se acusa a Uribe en su supuesta actividad de sobornar testigos vía su abogado Diego Cadena, no parece que, por las razones expuestas, se esté invocando una causal. Más bien, un pretexto para sacar a Uribe de circulación.

Y no deja de ser una decisión muy dañina. Parecería estar precedida de una voluntad predeterminada de los magistrados para obtener un resultado que, humillando al expresidente, le hace daño al Gobierno, por ende al país, y suena totalmente inoportuna cuando existe la prioridad de salvar a la gente de la pandemia. En lugar del cuidado personal, de vacunas, de respiradores, de médicos, de supervivencia, nos pone a hablar de una palabra: Uribe. Y a pitar en las calles por eso. ¡Qué desenfoque!

Muchos han recibido con rabia ese resultado. Y, aunque ese no puede ser un determinante de la justicia, resulta muy atractivo afectar la libertad de un procesado ilustre, como Uribe o el gobernador Aníbal Gaviria, pues esto los llena de titulares y de condecoraciones de eficacia. Mientras más encumbrado el acusado, más débil queda ante el poderío de sus jueces. Más infeliz a merced de su todopoderosa voluntad.

No puedo asegurar que Álvaro Uribe sea inocente de lo que se lo acusa. Pero si hay que escribir 1.554 páginas para justificar una detención preventiva, es porque resulta muy débil la causa que la sustenta. Para probar que se da una de tres causales en medio de semejante mamotreto, es porque la circunstancia alegada requirió el montaje de un aparato pretextuoso, que lograra justificar la evidencia mediana que existe para que el Estado pueda incurrir en ese acto extremo de privar de la libertad a un ciudadano, medida que debe ser absolutamente excepcional.

También es sospechosa la unanimidad de los cinco magistrados de la sala. Lo normal y lo sano, porque enriquece la jurisprudencia, es que haya uno o unos salvamentos de voto que indiquen que hubo confrontación teórica. Pero ¿que de una sala dividida en tres hubieran salido cinco de cinco votos por el sí será contundencia o hará recordar las épocas anteriores en que Uribe y la Corte estuvieron confrontados, y por disposición interna no salía ninguna decisión que no fuera unánime, para parecer monolíticamente unidos?

Y no puedo terminar sin decir que de lo que he tenido la oportunidad de leer, me sorprende que entre las justificaciones para detener a Uribe figuren referencias al temperamento del exmandatario, a sus formas desafiantes y su proactividad. Y que en la prueba de que Uribe le daba órdenes de manipular testigos a Cadena se cite el “vínculo contractual”, que ni es delito ni prueba nada, y la “autoridad ascendiente” de Uribe sobre Cadena, que no implica tampoco que todo lo que resolvía hacer el abogado para contrarrestar la cuestionable actividad del senador Iván Cepeda (consiguiendo testimonios contra Uribe a cambio de otros ofrecimientos que, para la Corte, no son pecaminosos), necesariamente se lo hubiera ordenado Uribe. Otra prueba de la Corte: que Uribe le decía por teléfono a Cadena: “Persista, siga en la pelea, eche para adelante, proceda”. ¿Esa será prueba de que Uribe ordenó comprar testigos?

Ahora el expresidente solicita que se levante la reserva sumarial de todo el proceso. Capaz es la Corte de negárselo. Nada habría cambiado si a Uribe lo hubieran dejado defenderse en libertad. Pero los magistrados… no tendrían trofeo.

Entre tanto… Y alístense para el siguiente capítulo. Los hijos de Uribe ante el Consejo de Estado.

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